Al
volver a una banda de las que han dejado sello duradero me gusta
descubrir los grandes temas que con el tiempo han tapado sus éxitos
o piezas más reconocidas: las últimas o penúltimas canciones de
cada cara del disco, las caras B, los descartes, las rarezas o
frivolidades prodigiosas… Un poco de todo eso tienen The Byrds,
como han mostrado las reediciones que hace unos años se editaron de
su discografía prácticamente completa. En Ballad of Easy Rider (1969),
además del precioso tema titular que se utilizó en el mítico film
de Dennis Hopper, también lucen Fido, Gunda Din o Jesus is just
alright. El grupo ya tenía ocho álbumes en poco más de cuatro años
y ya habían entrado y salido varios miembros de su formación. Al
final, hasta la separación pocos años después, solo Roger McGuinn
se mantuvo en el timón. En esta melancólica balada discográfica
los Byrds habían dejado atrás sus cauces beatleianos y el country
rock empezaba a hacer manitas con la psicodelia, en una fase más por
la que cabalgó, como
jinetes sin riendas,
una banda irrepetible que sirvió de espejo para cientos.
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