Como con es@s
conocid@s de hace no poco tiempo con l@s que uno se reencuentra pasadas unas
cuantas estaciones y siempre se alegra de volverl@ a ver, hoy coincido con
Laura Veirs. Debió de ser en 2003 cuando descubrí a esta autora de apariencia reservada
y frágil, de obra más espaciada en esta década que en la anterior. Aquel año
publicó Troubled by the fire, su tercer álbum, una equilibrada colección de
piezas fluídas que oscilaban entre el folk, el country y el pop, géneros acariciados por
un tibio aire indie que prácticamente ha cubierto toda su obra posterior.
La he
seguido todos estos años cada vez que ha tenido algo que decir en el mercado
discográfico, con buenos trabajos como Year of meteors o Warp & Weft, otros
de más riesgo y fallidos como Carbon glacier, y una fantástica asociación junto
a Neko Case y KD Lang hace dos años. Su música es fina mantequilla que hace sabroso
el desayuno, también un fresco batido para la última hora de la tarde, dieta para
que alguna de sus melodías seduzca a publicistas de productos delicados o acompañe
un reportaje de moda en un anhelante paisaje campestre. Su marido, el productor
Tucker Martine, vuelve a producirle el último de sus discos The lookout (2018),
otra sabroso plato para un feliz reencuentro.
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