lunes, diciembre 25, 2017

CINCO MUJERES DE 10


Este post cierra el año como agradecimiento a las mujeres que han grabado algunos de los mejores discos de 2017. Hay otros excelentes trabajos firmados por intérpretes masculinos (Rodney Crowell, Hiss Golden Messenger, Iron & Wine, Gold Star, Joe Henry), pero este longevo, cansado y exigente bloguero se despide del año con la pegada gratificante que le han causado en reiteradas escuchas estas autoras. En días de listas musicales con lo mejor de lo publicado en los últimos doce meses (esas con las que solemos discrepar o preguntarnos por qué entre los seleccionados de un largo listado no conocemos ni la mitad de los incluidos), esta es una más, de género en este caso, que componen 5 álbumes magníficos, como podrían ser 10 o 15 (con Mavis, Lizz, Laura, Rhiannon, Aimee...) de mujeres fantásticas.
¡¡¡Feliz 2018 a todos!!!

sábado, diciembre 23, 2017

VOLUME TWO 87: PENTANGLE

En la recta de meta al final de cada año surge la necesidad de acudir a terrenos poco pisados, de darle oportunidades a músicas que suelen quedarse en la recámara. Tiempo atrás pasé por dos discos de Pentangle de los que perdí total recuerdo. Pero reencontrarme de carambola con este grupo británico surgido a finales de los sesenta me ha animado a meter la cabeza un poco más. Si cabe por ese efecto hechizante que consiguen crear las guitarras acústicas entrelazadas de John Renbourn y Bert Jansch sobre la esponjosa capa rítmica extendida por Danny Thompson con el contrabajo y Terry Cox en la batería. La voz melodiosa de Jacqui McShee, con ese deje lírico, acercaba a la banda a Sandy Denny y a Fairport Convention. Sonaban bien, muy bien.
 
Folk o folk rock pueden ser pegatinas orientativas de la música de Pentangle, criatura de Jansch y Renbourn que duró hasta que las tensiones y otros proyectos más personales los separaron a partir de 1973, solo reunido el grupo alguna vez años después y ya nunca con la formación original. Pero había bastante más que folk. Las cuerdas prodigiosas de los líderes hilaban el género con psicodelia y jazz para bordar una exquisita combinación. Probad con The Pentagle (1968) y Reflection (1971) y dejaos perder en música que parece haberse extraviado en algún lugar remoto de la memoria.

martes, diciembre 19, 2017

BOOTLEG SERIES 62: INTERLUDIO PROGRESIVO, 2066 & THEN


No está entre mis habituales escuchas, me cuesta adaptarme con paciencia a la exigencia de su estilo y a su confluencia de fuentes. No debo de guardar ni una decena de discos de rock progresivo en mis archivos, prefiero la inmediatez del pop y el rock a las pretensiones artísticas del prog rock. Pero a veces sienta bien apartarse de las autopistas de alta capacidad por las que circula el rock and roll para perderse por sus caminos secundarios. Por uno de ellos transita el progresivo, que no va conmigo, aunque no me disgusta desviarme y probar, y quizá encontrar rarezas sugerentes alejadas de los nombres principales. La última aventura a la que me he apuntado, un breve interludio, es Twenty Sixty Six and Then (o 2066 & Then).


Hay poca bibliografía sobre esta banda germano-británica que apenas tuvo un año de vida a comienzos de los años setenta. Instalada en Alemania siguió una corriente del progresivo que tiraba hacia el rock duro y tras grabar un disco desapareció, con sus miembros esparcidos por otras formaciones menores o perdidos en el anonimato. Reflections on the future fue la única obra que dejaron, reeditada ahora por un sello alemán con un disco extra que recoge actuaciones y demos. El grupo apuesta en este disco por contundencias rítmicas y predominio de los teclados que acercan su sonido a los primeros Deep Purple y predice el heavy metal, al que acompañan improvisaciones heredadas del jazz y pasajes de inspiración clásica y folk, con algún desvarío electrónico.


Dado que 2066 & Then fueron una anécdota fugaz, me pregunto de dónde recogieron la vena de su estilo, si entonces o más adelante hubo público que los escuchó debidamente, si fueron capaces de dejar ecos de influencia en aquella época, o si hoy, en ese futuro sobre el que proyectaban reflejos, alguien todavía los recuerda en alguna esquina del planeta.

sábado, diciembre 16, 2017

BOOTLEG SERIES 61: RAINER, JOEY Y JOHN

Como atemporal aperitivo de lo nuevo de Calexico, que caerá a comienzos de año, retrocedemos dos décadas para juntar a Joey Burns y John Convertino con Rainer Ptacek. Estamos en el verano de 1997 en Tucson, residencia del malogrado músico, equilibrista de la National Steel Guitar, y de los componentes de Giant Sand que acabarían creando Calexico. Los tres graban en la casa de un amigo varias canciones con ese modelo de guitarra que toca Rainer, quien también canta, Burns se encarga del bajo y Convertino de la percusión. Así, a pelo, sale una música afilada y expresiva, como si sus ecos no llegaran a ningún oído, plantada sudorosa en la soledad del desierto. Pero es una música profunda y poderosa, en la que su aparente oquedad se revela atrayente. Aquella grabación, con temas de pausa melancólica o de agitación rápida, es el contenido de un disco publicado en 2011, Roll back the years. Rainer moría tres meses después por la reproducción de un tumor cerebral que le habían diagnosticado casi dos años antes.

miércoles, diciembre 13, 2017

BONUS TRACK 185: BARE TREES (FLEETWOOD MAC)

Después del blues y antes del pop, después de Peter Green y antes de la llegada de Buckingham y Nicks, Fleetwood Mac tuvieron una transición musical de apariencia tranquila, con unos álbumes de comienzos de los setenta que iban dejando atrás las esencias sudorosas del blues británico y divisando los seductores horizontes del accesible pop-rock en los que el grupo se acomodó desde mediados de la década. Bare Trees (1972) es uno de esos discos intermedios poco recordados que merecen la reivindicación de aquellos oyentes que ni habían caído fascinados por la tradición blusera ni después fueron hechizados por las limpias fragancias de un grupo que se hartó de vender obras que convirtieron a sus miembros en millonarios y los enredaron en un laberinto de conflictos internos. Los Mac de este disco cabalgan por espacios abiertos de boogie rock empañado de psicodelia en un medio camino que, por desgracia, duró poco.

domingo, diciembre 10, 2017

VOLUME TWO 86: REM Y LOS ANIVERSARIOS

¿Qué motivos justifican la reedición de un disco 25 años después de su publicación? ¿Se trata de una obra extraordinaria que debe o merece ser recordada y recuperada cada cierto tiempo especial? ¿Por la nostalgia que trae el cuarto de siglo más viejos que somos todos, que es más tiempo que una década y bastante menos que cincuenta años? ¿O la necesidad de hacer caja e inyectar liquidez a la cuenta corriente del músico? Valen estos argumentos, y habrá más. De aniversario, con su correspondiente reedición y remasterización ampliada, está Automatic for the people, grabado en 1992 por REM, justo después del superventas Out of time que sacó a la banda de Athens del culto de los círculos universitarios y la convirtió en un conjunto con estatus de primera categoría. Stipe y compañía ya tenían siete discos y luego harían otros siete hasta su disolución en 2011.

La curiosidad de volver a escuchar este álbum, una obra tirando a aburrida (no aguanto Everybody hurts), me hace reflexionar un rato sobre los propios REM, una banda de elevado reconocimiento y que, sinceramente, con el curso de la música pop en las últimas dos décadas y el paso de las generaciones, no creo que se la eche mucho de menos. Dudo que en una reunión de antiguos alumnos de la universidad a alguno le entraran hoy las ganas de pinchar sus discos para ponerse a brincar con Shiny happy people o The one I love. REM nunca me han dicho gran cosa. Me gustan Monster y New adventures in Hi-Fi, además del exitoso Out of time, y en cada álbum hay uno o dos golpes fuertes nada más entre un conjunto irregular y olvidable. No es que me cayeran bien, tampoco mal. Su música hizo burbujas durante un tiempo y se fue desintegrando. Que pusieran fin a su larga carrera creo que fue un acertado paso para ellos mismos. Y me pregunto por qué diablos tengo un puñado de sus discos.

SOUNDTRACK 207: SICARIOS / HIRED GUN

Nunca te van a despedir. Te dirán que prescinden de ti para el siguiente trabajo”.

Los sicarios de la música, esos guitarristas, bajistas, teclistas y bateristas contratados para ejercer como músicos de sesión en la grabación de un disco o para acompañar a un músico solista en giras o en las propias grabaciones de sus trabajos, merecen un poco de protagonismo. Lo defienden como actores principales en documentales estimables como The wrecking crew! (Denny Tedesco, 2008), Muscle Shoals (Greg Camalier, 2013) y Hired gun (Fran Strine, 2016), recomendables los tres para pasearse por los bastidores del espectáculo y la industria musical, por la cara B del éxito y la fachada del rock and roll. Sin esos anónimos las estrellas no llegarían tan lejos.

Hired gun pasa por las vidas y trabajos de unos cuantos sicarios musicales que vuelven a sus orígenes, desnudan sus pasiones, bucean en anécdotas y se entregan a su oficio desde la segunda y la tercera fila. Son pocos y no realmente legendarios, pero sus ejemplos valdrían para muchos otros. De Billy Joel (a la postre, el peor parado de los testimonios) y su banda a Alice Cooper y sus soldados. De Metallica a Nine Inch Nails. De Kenny Aronoff a Steve Lakather. De Bob Ezrin a Rob Zombie. Un lado velado, pero también apasionante, del rock and roll.

jueves, diciembre 07, 2017

VOLUME ONE 456: EL PACTO (LUIS MORO)

Este hombre serio que escruta algo impreciso o se busca a sí mismo en el margen izquierdo de la cubierta es Luis Moro, músico tenaz y sesudo al que este blog siempre ha seguido con íntimo aprecio y oído crítico. Vuelve a hacerlo a propósito de El pacto, su sexto trabajo discográfico, otra obra obcecada y profunda que reafirma la constante inquietud creativa del músico coruñés, una esponja que absorbe esencias de grandes autores del rock y el folk para extraer siempre agua limpia de ellas, de naturaleza propia, de personalidad auténtica. Se agradece esa seguridad. Pregunten a qué suena Luis Moro y le dirán, tras descartar comparaciones, que suena “a Luis Moro”.
 
 
No me parece El pacto (Laboratorio Azul, 2017) su mejor álbum, aunque, como en todos los trabajos del autor, contiene elementos virtuosos que refuerzan la coherencia de su trayectoria. En su colección de virtudes, el disco va un paso más allá que su anterior obra, Cielo color burdeos, al definir con nuevos trazos los perfiles de canciones en las que entran nuevos recursos instrumentales de la mano del personal que se suma en el viaje a su Tribeca's Band. La música de Luis persigue la estimulación, quiere ser vivida, y eso lo consigue con canciones de fabricación precisa y ecos emotivos como Minibar, minibar, Budapest o la preciosa Lulú, que comparte voz con Lucía Rolle, colaboradora de toda la vida.

Pero en el apartado de puntos débiles no se debe pasar por alto la tendencia a dejarse aletargar con canciones densas que confieren al conjunto una sobrecarga de melancolía que hacen que el disco se vaya apagando, sobre todo por culpa de una muy confesional y excesivamente larga pieza, Apolo desolación, el único momento en el que el álbum roza una pretenciosidad que no casa y no conviene a la música de Luis Moro. Por fortuna (y a pesar de las dudas constantes con las que el autor nos insistió), Lulú logra a continuación despedir el disco con un inmejorable sabor de boca.
 
Te seguimos animando, maestro, muy pocos hay como tú que peleen valientes con esto de la música.
 
Nota: 7/10

miércoles, diciembre 06, 2017

LIVE IN 213: EL TRISTE OCASO DE U2

Bajo este título que encabezaría un reportaje en la prensa, este post contiene un estado de ánimo que combina el enfado con la tristeza: por la decepción que supone escuchar a una banda que durante muchos años fue musicalmente grande, admirable y respetada, y que ahora se ha olvidado por completo de componer e interpretar buenas canciones; por constatar la mediocridad de sus últimos temas (y álbumes, en general) y la irrelevancia en la que se está ahogando un grupo con el que yo (y sé que también muchísimos) crecí y aprendí a amar la música. Toda pasa, todo acaba.
 
Valdrían otros titulares parecidos, otras ideas que ensucian el estado actual del grupo irlandés, una banda que hoy, cuatro décadas después de haber nacido en una modesta escuela de Dublín, parece no darse cuenta de que la grandilocuencia de la que es incapaz de desprenderse es un inconveniente recurso de la experiencia que neutraliza el talento y no ayuda a conservar la respetabilidad.

U2 están acabados. De la gloria al hundimiento. ¿U2 o Coldplay? ¡Qué malo es el último disco de U2!
 
Sí, porque toda esta rabia y frustración se deben a las muy decepcionantes sensaciones que provoca Songs of experience, la continuación del más que decente Songs of innocence de hace tres años. Solo un tema realmente enérgico y pegadizo, American soul, resalta de tan bueno que es en un conjunto de canciones deslucidas, sin fuerza ni espíritu. Bono ha perdido sus aptitudes como vocalista de manera alarmante y resulta irritante que en casi todas las canciones tengan que ocultar sus limitaciones su propia voz haciendo coros o la de The Edge como apoyo. El guitarrista se pierde en más de una ocasión en sus blandos sonidos característicos sin mucho tino. Y la banda se acomoda reconvertida en los peores imitadores de Coldplay sin tener claro a quién se dirige, si a nuevos fans conformistas o a viejos seguidores escépticos a los que tratar de retener.

¡Por dios, que este grupo grabó War, The Joshua Tree, Rattle & Hum y Achtung Baby! Ahora no es siquiera una caricatura de sí mismo, que tendría más gracia, sino cuatro tipos vacíos que llevan 40 años (demasiado tiempo) juntos. Una indigna supervivencia. Una pena grande.

viernes, diciembre 01, 2017

BONUS TRACK 184: A.M. (WILCO)



Antes de que Wilco se convirtieran en marca, en un sello avalado con prestigio por su afán de experimentación en las tolerantes parcelas rockeras… antes de que en su seno entraran el malogrado Jay Bennett para crear nuevas texturas sonoras y el retorcido guitarrista que es Nels Cline para extraer florituras de su instrumento, la banda de Chicago era un sólido pilar del sonido y estilo americana, esa actualización de esencias country y folk espolvoreadas por el rock. Por eso su primer álbum (y también el segundo) nos revelan a un grupo muy apegado a su tradición de country-rock americano. A.M. (1995), que se acaba de reeditar y remasterizar, fue el debut discográfico de Wilco, un año después de la abrupta disolución de Uncle Tupelo, donde habían crecido Jeff Tweedy y John Stirratt. A.M., recuperado ahora en los auriculares, me suena luminoso, con el paso firme, complaciente con las audiencias originales de Uncle Tupelo y con ligeros destellos de atrevimiento que serían más frecuentes en Wilco unos pocos discos después. Además, el álbum guarda una de las joyas más valiosas de la cosecha Tweedy, Should’ve been in love.