Bajo
este título que encabezaría un reportaje en la prensa, este post
contiene un estado de ánimo que combina el enfado con la tristeza:
por la decepción que supone escuchar a una banda que durante muchos
años fue musicalmente grande, admirable y respetada, y que ahora se
ha olvidado por completo de componer e interpretar buenas canciones;
por constatar la mediocridad de sus últimos temas (y álbumes, en
general) y la irrelevancia en la que se está ahogando un grupo con
el que yo (y sé que también muchísimos) crecí y aprendí a amar
la música. Toda pasa, todo acaba.
Valdrían otros titulares
parecidos, otras ideas que ensucian el estado actual del grupo
irlandés, una banda que hoy, cuatro décadas después de haber
nacido en una modesta escuela de Dublín, parece no darse cuenta de
que la grandilocuencia de la que es incapaz de desprenderse es un
inconveniente recurso de la experiencia que neutraliza el talento y
no ayuda a conservar la respetabilidad.
U2
están acabados. De la gloria al hundimiento. ¿U2 o Coldplay? ¡Qué
malo es el último disco de U2!
Sí, porque toda esta rabia y
frustración se deben a las muy decepcionantes sensaciones que
provoca Songs of experience, la continuación del más que decente
Songs of innocence de hace tres años. Solo un tema realmente
enérgico y pegadizo, American soul, resalta de tan bueno que es en
un conjunto de canciones deslucidas, sin fuerza ni espíritu. Bono ha
perdido sus aptitudes como vocalista de manera alarmante y resulta
irritante que en casi todas las canciones tengan que ocultar sus
limitaciones su propia voz haciendo coros o la de The Edge como
apoyo. El guitarrista se pierde en más de una ocasión en sus
blandos sonidos característicos sin mucho tino. Y la banda se
acomoda reconvertida en los peores imitadores de Coldplay sin tener
claro a quién se dirige, si a nuevos fans conformistas o a viejos
seguidores escépticos a los que tratar de retener.
¡Por
dios, que este grupo grabó War, The Joshua Tree, Rattle & Hum y
Achtung Baby! Ahora no es siquiera una caricatura de sí mismo, que
tendría más gracia, sino cuatro tipos vacíos que llevan 40 años
(demasiado tiempo) juntos. Una indigna supervivencia. Una pena
grande.
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