martes, mayo 02, 2017

VOLUME TWO 81: MELLENCAMP

Más de 40 años de carrera visten a John Mellencamp. Una fila por detrás de autores mayúsculos como Springsteen o Petty (se aceptan sanas discrepancias), Mellencamp es otro de esos músicos puramente americanos de los que se puede uno fiar, sin apenas manchas en su historial, firmante de canciones poderosas y álbumes compactos. Uno mira en sus archivos y encuentra bien alineados en el estante un buen lote de discos de los más de veinte que suma John Cougar Mellencamp de los que echar mano de vez en cuando (Scarecrow, The lonesome jubilee o Human wheels hasta los primeros noventa; Freedom's Road o Life death love and freedom en el siglo presente). Podría aumentar el grupo de obras en la estantería, quizá, si le damos entrada a Sad clowns & hillbillies (2017), un álbum en colaboración con Carlene Carter, el primero producido por el músico, que sin devolverlo a sus etapas más brillantes, en su distinguida veteranía se disfruta reposadamente.

Volvemos atrás un momento a las marcas sobre el asfalto que ha dejado Mellencamp, ambicioso veinteañero con mala suerte cuando peleaba por hacerse un nombre entre tantos músicos de perfil castizo y combativo; un tipo a tener en cuenta nada más saborear el éxito (hablamos de American fool en 1982) y hacer brillar las letras de su nombre en los carteles de los conciertos. Un disco tras otro, Mellencamp (ya sin Cougar en el apellido) ha lucido un cómodo estatus entre los rockeros norteamericanos de raíz. Le ha faltado quizá el riesgo al que se han atrevido generaciones mayores (y, desde luego, menores), desapegarse un poco de su esencia hogareña para demostrar que por pastar en otros prados no iba a sentirse desplazado e iba a salir airoso. Sad clowns… añade a su bagaje otro digno capítulo.

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