Quiero
pensar, o soñar, que algún niño o alguna niña de las que allí
estaban muy pronto les pedirán a sus papis que les compren una
guitarra; y un poco más tarde, que alguien les enseñe a tocarla; o
que les apunten a una clase para aprender a tocar la batería o el
bajo. ¿Demasiado soñar? Me atrevo a hacerlo cuando veo a esos niños
de 2 años, de 3, 4, 5 o 6, saltar torpemente sobre sí mismos y dar
vueltas a su alrededor y llevarse las manos a sus barrigas como si
tuvieran allí una guitarra y aplaudir al final de cada canción,
aunque no sepan que se trata de Tutti Frutti, We can't work it out,
I'm a believer, Surf in USA o (I can't get no) Satisfaction.
Ahí
estaban el domingo Los Plutones, estos chicos de mi ciudad con Félix Arias al
frente narrando una pequeña historia de música y amistad entre cada
canción, enloqueciendo a unos cuantos críos, algunos en el primer
concierto de rock and roll de sus vidas. Sabias enseñanzas.
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