También Brian,
Bill, Mick y el invisible Stu.
Ocurrió hace
50 años, en el Marquee de Londres, unos jovenzuelos en el escenario. El origen,
en la estación de ferrocarril de Dartford, con unos vinilos bajo el brazo y el
amor por el blues. Mick y Keith se hicieron amigos. Llegaron unos y se fueron
otros, caminaron sobre el filo y sus riffs resistieron las cargas del tiempo. El
tiempo, una pluma. Ahora son respetables burgueses muy arrugados, empresarios
sabios e inquietos artistas, aunque desfilen con los vaqueros rotos. Una página
sagrada en la historia. Aún hoy yo me sigo emocionando sin dejar de quererlos.
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