Ni Scorsese, ni los Coen, ni Shyamalan, ni Eastwood, ni Batman, ni Pixar, ni las películas de los Oscar, sino Son of Rambow, estreno que en las pantallas de cine españolas veremos a primeros de enero de 2009 con el título de El hijo de Rambow. Algunas de las películas arriba aludidas o firmadas por los autores mencionados no están nada mal (Quemar después de leer, Juno), o están muy bien (Wall-E, El incidente), o por el contrario son decepciones (Expiación, El caballero oscuro, No es país para viejos). Son of Rambow, dirigida por Garth Jennings, es en cambio una sorpresa deliciosa, el film con el que mejor me lo he pasado en los últimos doce meses. Y eso es suficiente.
Rambo, John Rambo, el veterano del Vietnam desfigurado por el rostro de Sylvester Stallone en cuatro entregas, es el vínculo que une a dos niños ingleses en una escuela privada ubicada en el campo. Lee (Will Poulter), el más travieso del centro, admira al personaje y ama el cine, así que quiere hacer una película en Super 8, muy cutre en el aspecto pero muy trabajada en la planificación. Su aliado principal va a ser el reservado Will (Bill Milner), educado bajo una estricta enseñanza religiosa y coartado por las prohibiciones, entre ellas la de ver cine y televisión; pero en cuanto conoce a Lee y éste le enseña quién es Rambo va a alucinar de inmediato y a meterse al personaje en su menudo cuerpo y en su inmenso espíritu. Juntos van a hacer la película, ayudados por otros niños de la escuela y por un extravagante alumno francés de intercambio. De principio a fin, Son of Rambow es un encanto, un abrazo a la inocencia y a la amistad, a la magia de la ficción y de las películas, una inesperada, tierna y conmovedora gozada.
Otros buenos trabajos disfrutados a lo largo del último y, en general, flojo año son: Hacia rutas salvajes (Sean Penn), Antes que el diablo sepa que has muerto (Sidney Lumet), Mil años de oración (Wayne Wang) o La escafandra y la mariposa (Julian Schnabel).
Feliz cine a todos.
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