Boy, October y War emergieron hasta la superficie de las novedades discográficas en 2008, convenientemente maquillados cada uno para quitarse de encima el polvo del tiempo y resultar frescos y contemporáneos. Los dos últimos lo consiguen. También ha reeditado U2 este año Under a blood red sky (1983), el cuarto álbum y su único directo oficial (descartemos los cortes incluidos en Rattle & Hum), con el que empezaron a meterse en el bolsillo al público norteamericano. Este disco sigue haciéndose corto, sus escasos ocho temas son un extracto del mítico concierto del 5 de junio de 1983 en el paraje natural de Red Rocks, en el desierto de Denver, una tarde-noche de tormenta y rock and roll. Los miles de asistentes, cubiertos con paraguas y chubasqueros, fueron premiados con la energía primeriza de una banda en raudo crecimiento. Entonces no usaban tantos adornos en el sonido ni luces en el escenario, entonces su fórmula básica de voz, bajo, guitarra, batería y ocasional piano bastaba para resultar contundente, adictiva y, sobre todo, inmediata. Los bajos de Gloria y I will follow, los riffs de Sunday Bloody Sunday y The Electric Co. son ahora, veinticinco años después, los ecos esplendorosos de unos U2 a los que seguimos echando un poco en falta.
En 2009 volverá U2 con pescado fresco, sobre el que caerán las dudas y las sospechas (las mías también) antes de estar servido en la fuente. Ojalá que el plato sepa rico, de verdad.
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