Cuenta el cartón que guarda el disco actualizado que Lyons se esfumó de la tierra después de la grabación de Soul fever. En los años anteriores había cantado para King Curtis y sido empleada por artistas como Fats Domino, Jackie Wilson y James Brown, quien pudo haber impulsado la contratación de la bella Marie para grabar su único álbum en Deluxe, un sello ligado a King Record, hogar discográfico del padrino Brown.
Muchos años después de todo aquello yo oigo hablar por primera vez de Marie Queenie Lyons, compro Soul fever a ciegas y me encuentro con una de esas magníficas joyas que el tiempo engrandece. La desaparición de la chica escondió para siempre el boceto de un volcán. Las doce canciones que grabó, incluida una atípicamente fresca versión del sudoroso Fever, oscilan entre el funk ardiente de comienzos de los setenta y el soul inocente de los albores de la década anterior. Ella misma también canta con una variada gama de actitudes, en unos temas parece inofensiva mientras que en otros se calienta vigorosamente hasta transformarse vocalmente en un varón al estilo de una Janis Joplin sin llegar al ardor de una Betty Davis. Gran descubrimiento.
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