domingo, abril 29, 2007

VOLUME ONE 65: AT THE END OF PATHS TAKEN (COWBOY JUNKIES)

No son nuestros preferidos, pero ahí están agazapados algunos grupos a los que acudimos cada cierto tiempo, cuando parte de su trabajo, más abundante de lo que parece, se convierte en una novedad con la que no contábamos.

Poco han descansado en los años del nuevo siglo los Cowboy Junkies desde su Toronto natal: cuatro directos y cuatro álbumes de estudio (uno de versiones incluido y sesión de este blog hace ya tiempo) desde sus muy laureados discos del milenio anterior, un ápice carcomidos en opinión de este cronista. Su música sedante y arenosa me gusta sin poder matizar sus virtudes exactas: quizá la voz siempre sigilosa de Margo Timmins, quizá las guitarras de su hermano Michael que en un mismo disco rasgan agresivas gotas en un tema y dibujan susurros calmosos al siguiente. At the end of paths taken (Cooking Vinyl) es la entrega de los canadienses en 2007, un pequeño trago de agua en su árido camino de mensajes musicales para receptores solitarios.

El nuevo disco de Cowboy Junkies mantiene la sequedad sonora del intrigante Open (2001) y del algo más despejado One soul now (2004). Hace tiempo que cualquier atisbo de jovialidad desapareció de la banda, pero vacila con asomar ahora en el leve acompañamiento orquestal de algún tema o en el contraste de voces corales en otro par de canciones. Cutting board blues o My little basquiat son tosidos atmosféricos, Blue eyed saviour o My only guarantee son tarareos de terciopelo. Un poco de todo, equilibrio aparente con inclinación hacia el descanso.

Un nudo en forma de corazón ilustra la portada; ese corazón roto por la fuerza de la mano de un hombre y la de una mujer que empujan en direcciones opuestas aparece en la contraportada. Queda dicho.

Nota: 7/10

viernes, abril 27, 2007

GREATEST HITS 21: THE WEIGHT (THE BAND)

Vale, sí, me repito. Pero sólo es un segundo, bueno, apenas cinco minutos, lo que dura esta canción en este vídeo. Sabéis que insisto en lo mucho que me gustan estos tipos, pero es que recién escuchado un tributo notable a su música no puedo sino reafirmarme en que muchas de sus grandes canciones conservan su grandeza en la voz e instrumentos de cualquier otro intérprete. Lo es The Weight, escogida en Endless Highway. The music of The Band por Lee Ann Womack. No hace mucho la versioneó por aquí Santi Campos y Amigos Imaginarios y cumplió también a gran altura. Aquí tenéis la escena de la canción en The Last Waltz, rodada por Martin Scorsese con su grupo favorito y la familia Staples como compañía de lujo.

(Perdonad el pequeño desfase hacia la mitad del tema, que hace que el sonido se adelante un poco a la imagen)


LIVE IN 38: PULITZER TO ORNETTE

Volvemos al jazz, o a esta extraña música así llamada.

Nunca es tarde para saber que el prestigioso Premio Pulitzer incluye un apartado dedicado a la música y viene premiando desde 1943 a peculiares artistas y sus no menos singulares creaciones. De la lista me suenan un puñado (Wynton Marsalis, John Corigliano, Aaron Copland), no más, quizá haya que tener y presumir de un alto grado de erudición tanto para que te premien como para saber justificar el premio. El de 2006, recogido en el año que corre, ha ido a parar al músico de jazz Ornette Coleman por su disco grabado en directo Sound Grammar. Y yo me pregunto por qué.

Bien, me entero, escucho el disco, me dejo arrastrar dentro de él, dejo que su música enervada y enfermiza me envuelva y zarandee, trato de no desquiciarme en pleno ataque de nervios musical, en un atasco sinfónico y vanguardista de una urbe gigantesca apretada por percusiones chispeantes y ritmos sin unión guiados por el vuelo sonoro de un moscardón continuo con forma de saxofón.

Me gustaría que alguien que haya escuchado este Sound Grammar con la atención que al llamado free jazz ha de corresponder me explique los valores que a este disco hacen merecedor de un elogio como el Premio Pulitzer de la música. Vale, quizá me encuentre con la respuesta clásica que tantas veces (y con razón) nace del jazz, eso de que “el jazz se siente” y que “hay que dejarse llevar”. No sé, puede que algún jazz companion de los que tengo por ahí me despeje un poco de sombras el paisaje brumoso que cubre esta música tan…

miércoles, abril 25, 2007

VOLUME ONE 64: WE’LL NEVER TURN BACK (MAVIS STAPLES)

No negaré que la música del pueblo, la que nace de sus gentes en las épocas de mayor dificultad y se convierte en un canto de protesta o libertad frente a la injusticia, puede llegar a lo más profundo de las entrañas de los oyentes. Dependerá de la emoción del que canta y de la voluntad del que escucha. Ese origen popular y acento combativo sin más firma que la tradición transmitida por generaciones se halla en uno de los discos que más esperaba para este 2007, We’ll never turn back (Anti), de Mavis Staples.

La pequeña y rellena Mavis de la musical familia Staples resiste a sus 67 años con la misma gravedad vocal y fortaleza personal que otra gran artista del soul resucitada en el milenio, Bettye Lavette. Su noveno álbum en solitario recoge entre su docena de temas viejas plegarias y quejas que la población negra estadounidense gritó desde los años sesenta para combatir la segregación racial y defender los derechos civiles entre la intolerante y separatista mayoría blanca del país. Otros cortes proceden de autores negros de blues y casi todos han sido arreglados y se les ha añadido letra por parte de la propia Mavis y el productor ideal para semejante empresa, el gran (aquí, muy grande) Ry Cooder, coautor real de este humano y maravilloso disco.

Sí, la música de este legado crudo y poderoso, fluye desde el pueblo castigado sin fecha de caducidad, tiene su arraigo en tiempos más duros pero no pierde fuerza en los que corren, donde quienes desde lejos contemplamos el sufrimiento quizá no lleguemos a comprender plenamente la verdadera alma del mensaje.

Para transmitir ese sentimiento, Mavis, con su voz gastada pero su lamento aún rugiente, ha escogido a un perfecto arqueólogo de las raíces musicales, un Cooder en estado de gracia al mástil de todas las guitarras (puntillosas unas, vibrantes otras, deslizantes a veces, saltarinas cuando mejor vienen). Los coros de góspel y la percusión cambiante (otra alabanza para Joachim Cooder y el simpar Jim Keltner) barnizan cada tema dotándole de un ambiente propio por el que se intuye un campo de algodón, una marcha callejera y la unión de una raza, de un pueblo.

Nota: 9/10

lunes, abril 23, 2007

LIVE IN 37: ROGER WATERS (BARCELONA, 21-04-07)

La temporada 2007 de grandes conciertos en unión y comunión con el mítico Pepe Guns tuvo su punto de partida en Barcelona, ciudad a la que nos arrastró el líder y fundador de Pink Floyd, Roger Waters, en un sábado lleno de incertidumbres y generosos gastos en tiendas de discos.

Dentro de muchos años, cuando echemos la vista atrás y pongamos a prueba los recuerdos musicales, apartaremos unos pocos momentos selectos que nunca querremos cambiar, a lo mejor sin que pertenezcan al mejor concierto al que hayamos asistido en nuestra vida. Y en mi apartado de favoritos estará seguramente al frente la interpretación que Waters y sus músicos actuales hicieron del tema Another brick in the wall en el Palau Sant Jordi. La canción estelar de The Wall simplemente me tragó, penetró en mis huesos, erizó todos los pelos de mi cuerpo e hizo que me sintiera un ser terriblemente afortunado. Aquí estoy, en medio de todo esto, me dije. Vivo.

Roger Waters y su magnífica, impecable, formación de septeto completado por un trío de calurosas coristas negras, se dedicaron durante casi tres horas a servir un espectáculo audiovisual grandilocuente y fastuoso, pivotado sobre la obra magna The dark side of the moon (1973) y aún más reforzado por los clásicos inmortales de Pink Floyd y otras composiciones del autor. Para ponerle decoración a todo ello, el Palau brindó su fenomenal acústica y un público cuyo entusiasmo creció a medida que avanzaba el set list. Fuegos y humo, explosiones, bombas y helicópteros, voces distorsionadas y risas escándalosas, un astronauta flotante, imágenes en 3D proyectadas en una pantalla gigante, viñetas de cómic, planos fijos, collages psicodélicos, juegos visuales, un láser con el rayo arco iris de la portada del álbum central recorriendo el graderío y un cerdo volador –que no faltase– llenaron el recinto y una noche para dejarse hipnotizar.

In the flesh y Mother abrieron puntuales el festín con descarga de efectos de luz y contundencia sonora. Shine on your crazy diamond provocó los primeros abrazos entre fanáticos, Have a cigar humeó una frenética adicción visual, Wish you were here acompañó imágenes añoradas de Syd Barrett y Leaving Beirut destacó como himno novedoso y emotivo entre el repertorio adicional de Waters fuera de Pink Floyd. Un descanso precedió al Dark side… entero de cabo a rabo, con Time y Money como cimas memorables introducidas por sus relojes y cajas registradoras. Todo eso que parece tan arduo, difícil y matemático de almacenar en la grabación de ese disco lo estaban calcando paso a paso Waters y sus artesanos sobre un gran escenario.

Pero el concierto no estaba completo aunque el grupo se despidiese en línea al frente de las tablas. Las luces aún no se encendieron y las hélices dieron entrada a The happiest days of our lives como entremés para ese Another brick on the wall y su estribillo de atronadoras voces infantiles que nunca olvidaré. Comfortably numb, otro himno de Waters y el ausente Gilmour con sus solos majestuosos besándonos los oídos cerraron una noche más para guardar en nuestro baúl de conciertos únicos.

viernes, abril 20, 2007

JAM SESSION (I)

Mi viejo amigo y yo aprovechamos cualquier momento para jugar con nuestra memoria e imaginación. Si él quiere informarme de la última película que ha comprado me va dando pistas más o menos complicadas y me permite hacerle ciertas preguntas hasta que consigo adivinarla. Cuando él se entera antes que yo de un actor o actriz que va a participar en una película de interés, repetimos el mismo juego. Si conocemos a alguien, a una chica en concreto, que consigue que hablemos de ella sin estar presente, le buscamos un parecido físico muy cercano con alguna actriz de esas que nunca llegaremos a conocer.

Hombros frágiles y brazos llanos pintados de color café y sabor a salitre y fresa. El cuello virgen donde el sol quiere hundirse. La nuca libre y blanca que el cabello recogido no se atreve a despertar. El talle firme y ágil de una escultura lisa por donde resbalan los deseos. Un océano en los ojos. Agua en el desierto cuando florece la emoción de una sonrisa. Ojalá hablase con las palabras de Nabokov para describir las líneas de un perfil, la inclinación de la cabeza, un dedo chupado, los bordes de una rodilla, las palmas de las manos juntas que acompañan una canción, el nacimiento indiscreto de los pechos…

Mirar es el premio más saludable y también el más incompleto, agita la intuición haciéndonos creer que donde vemos un mar de luz puede esconderse un río de sombras. Cuando la mirada se convierte en deseo somos tan dichosos como imbéciles, sin saber distinguir entre la forma y el estilo, o nos guardamos delante sin más respuesta que el silencio o jugamos a ser actores en un escenario sin público. El que calla pierde el tren, se conforma con seguir caminando, mirando, imaginando todo lo que de ella espera sin saber si será cierto. Un premio menor.

miércoles, abril 18, 2007

VOLUME ONE 63: TWELVE (PATTI SMITH)

Seguimos encadenando posts y aprovechando alusiones anteriores para desembocar en Twelve (Columbia, 2007), el décimo disco de Patti Smith en treinta y dos años. Parece que hacer versiones se ha convertido en una costumbre y a ella se ha dedicado la poetisa del punk rock en su nuevo trabajo, el homenaje con que la autora recupera recuerdos especiales de su vida asociados a antiguos encuentros, viejas historias y emociones perdidas. Un músico o una banda estaban allí también, flotando como testigos del espíritu que una canción versioneada puede reproducir quizá tal cual muchos años después.

Para empezar, este es el listado y el orden escogido:
- Are You Experienced? (Jimi Hendrix)
- Everybody Wants t
o Rule de World (Tears for Fears)
-
Helpless (Neil Young)
- Gimme Shelter (The Rolling Stones)
- Within You Without
You (The Beatles)
- White Rabbit (Jefferson Airplane)
- Changing of the Guards (Bob Dylan)
- The Boy in the Bubble (Paul Simon)

- Soul Kitchen (The Doors)
- Smells Like Teen Spirits (Nirvana)
- Midnight Rider (Allman Brothers)
- Pastime P
aradise (Stevie Wonder)

Prometedor, ¿verdad? Cada tema tiene su explicación personal y Smith la comparte bien acompañada. Su grupo es el que la ha apoyado en sus últimas grabaciones, con el guitarrista Lenny Kaye fiel y puntual al toque de corneta. Al cuarteto se le unen Tom Verlaine y Rich Robinson con nuevas guitarras y Flea sosteniendo el ritmo en las cuatro cuerdas. Asoma una vieja amistad, el autor, en su más amplio sentido, Sam Shepard.

¿El resultado? Debido al contraste de algunos escogidos (Nirvana frente a Tears for fears) la desigualdad no debería ser tomada como una decepción. Así de vacilante es la obra general de Patti Smith, muy suya de nuevo al querer interpretar ahora las canciones de otros. En el fondo del baúl habrá que esconder la pastosa referencia a Hendrix y el insípido tributo a Neil Young. El resto del material revisitado se puede masticar mucho mejor, en especial los rescates de Jefferson Airplane, Bob Dylan, Allman Brothers, Nirvana y los Rolling Stones a la cabeza. Por Dios, se trata de Gimme shelter y hay que ser muy burro para estropearla. Patti rejuvenece en este tema, como también cuando recuerda a Stevie Wonder, capaz aún de poner a prueba su garganta y de recordarnos a todos que ‘punk’ fue también su apellido.

Nota: 7/10

martes, abril 17, 2007

SOUNDTRACK 30: THE RETURN OF BRUNO (BRUCE WILLIS)

Me cae simpático, sin duda, y me parece mejor actor de lo que la mayoría de críticos piensan, no hay más que recordar la trilogía John McClane, El sexto sentido, El protegido o 16 calles, sin ir más lejos, aunque alterne estos buenos personajes y mejores actuaciones con alguna que otra más discreta, que las tiene, desde luego. Me encanta verle con los labios torcidos y la sonriente mirada entreabierta hacia alguien con la cabeza torcida, como si propusiese una seducción mientras saborea un bombón. Bruce Willis es un buen actor y una presencia mítica, el mejor héroe de acción en el cine de finales del siglo pasado. Su carrera por el mundo del espectáculo incluye también dos episodios musicales, de los cuales el primero lleva por título The return of Bruno (Razor & Tie, 1987).

Escuchado este disco veinte años después… uffff… no es gran cosa, la verdad. En vista del éxito que el actor disfrutaba en aquel momento con la serie televisiva Luz de luna, un año antes de defender la primera ‘jungla de cristal’ y dado que el chico había tenido sus pinitos como armonicista y cantante en algunas formaciones de rhythm and blues, la Motown le produjo y grabó a través de un sello filial su primer disco como cantante. Willis es el tal Bruno, como reflejó ese mismo año en un documental con actuaciones musicales y numerosas estrellas de la canción invitadas, un ficticio solista de R&B que en los años ochenta mantiene despierto su gusto por el soul.

Digamos que cantando se defiende, sin grandes alardes. El tono de su voz es bajo, tiene un aire fanfarrón y no pierde la sonrisa ni cierta picardía en el fraseo. La música, más que resultona es desfasada hoy en día, la envuelve una producción demasiado metálica, con instrumentos de viento rimbombantes y guitarras débiles. Casi todos los temas son versiones de soul plastificadas y hasta una broma parodia la sintonía de John Barry para la saga James Bond (Super agent man/James Bond is back). Escuchado ahora, el debut musical de Bruce Willis produce la misma sensación de distanciamiento temporal que aquellas canciones de la misma época de Cindy Lauper, aunque no se le parezca en nada. Todo actor tiene derecho a unas cuantas frivolidades.

domingo, abril 15, 2007

GREATEST HITS 20: OOH LA LA (FACES)

No sé quién es esta chica, pero esta canción, la cante quien la cante, es la banda sonora de la hermosura, de cualquier hermosura.

sábado, abril 14, 2007

BONUS TRACK 22: LONG JOHN SILVER (JEFFERSON AIRPLANE)

Algunas bandas irrepetibles guardan cualidades que en el futuro nunca más se vuelven a percibir en otras formaciones, ni siquiera aunque las mencionen como referencia. De los Doors hablábamos no hace mucho para coincidir en este aspecto. Otro ejemplo es Jefferson Airplane. Hace un par de años escuché casi seguidos sus primeros cuatro discos, firmados entre 1966 y 1968. Ahora descubro el octavo y último trabajo de estudio que grabaron antes de su inicial separación en 1973. Un año antes empaquetaron en un cotizado vinilo con forma de caja de puros y semillas de ¿tabaco? dentro Long John Silver (RCA). Pues eso, un álbum irrepetible.

Sólo decir Jefferson Airplane ya transporta a uno a San Francisco en pleno auge hippie de finales de los sesenta. Cierto, fueron paradigma de vanguardia del movimiento codo a codo con los colegas de ciudad Grateful Dead, si bien los componentes del ‘aeroplano’ procedían de distintos puntos del país. Esos primeros discos del grupo representan muy bien el espíritu de aquellos años, no sólo por sus letras osadas bañadas en ácido y pastillas, sino por su música igualmente atrevida, juguetona en ocasiones, experimental y frívola. Los Jefferson, por suerte, carecían de la espesura compositiva de los Dead, sus jams eran más escasas, uno no adormecía en su desarrollo ni tenía ganas de desconectar.

En el ocaso de sus días de comunión en aquellos primeros setenta, Jefferson Airplane planeaba ya sus bifurcaciones internas. El magnífico guitarrista Jorma Kaukonen y el bajista Jack Cassady ya habían dado a luz a Hot Tuna y el otro guitarrista, Paul Kantner, también había publicado en solitario. Marty Balin ya no cantaba desde el 69 y la voz pasional y dominante de Grace Slick abrazaba los altavoces cuando no le permitía algún tema a Kaukonen o Kantner. Long John Silver deja atrás los efluvios psicodélicos de buena parte de los anteriores discos, adquiere una sutil siniestralidad en sus melodías y afila las guitarras hasta llegar a levantar a Hendrix de la tumba. Un disco muy, muy grande. Temas como el titular, Twilight double leader o Eat starch Mom bastan para comprobarlo.

miércoles, abril 11, 2007

GREATEST HITS 19: E-BOW THE LETTER (R.E.M.)

Recomendado por Luismi y reafirmado por Diego, New adventures in Hi-Fi (Warner, 1996) fue el último disco de R.E.M. que me decidí a escuchar. Nos pasa con ciertos grupos, ¿verdad?, que sabemos que al menos algo bueno en sus discos nos vamos a encontrar, aunque nos da pereza empezar. Lo mejor de este álbum, incrustado en el tiempo entre el sucio y revoltoso Monster y el limpio pero plúmbeo Up, es su quinto corte, con la autoría de Stipe, Buck, Mills y Berry cuando R.E.M. aún era un cuarteto y con la colaboración de Patti Smith en el acompañamiento vocal.

Ni siquiera recuerdo haber escuchado algún single radiofónico de estas aventuras en alta fidelidad, puede que el trabajo más desapercibido del grupo de Athens. Después se esforzaron nada más que con un par de temas aceptables por cada uno de sus apagados álbumes siguientes, aunque encendieron las luces en el más reciente Around the sun (2004). Este magnífico tema, E-bow the letter, posee ese aguijón penetrante que se retuerce dentro y te obliga a rascar y rascar tanto para aliviar la picazón como para prolongar su agradable cosquilleo. Lo consigue su balanceo de guitarras y la fantasmal presencia vocal de Patti Smith, todo un acierto en este gran éxito 'desconocido' de R.E.M.

Todo vuestro.

lunes, abril 09, 2007

GREATEST HITS 18: OLD HABITS DIE HARD (MICK JAGGER & DAVE STEWART)

Hablando de canciones especiales que suenan en las películas… recordemos ahora una compuesta en exclusiva para un film, Alfie (Charles Shyer, 2004). Mick Jagger y Dave Stewart se juntaron para escribir y musicar un tema que resumiese el espíritu de la película, centrada en las vivencias fugaces que tiene con las mujeres un Don Juan de irresistibles encantos en el Londres de nuestros días. El film despega como una comedia irónica y sagaz y aterriza como un drama sin esperanza y lo sostiene de manera magistral un ideal Jude Law. No le falta moralina recatada a su mensaje, pero su moraleja no es ninguna insensatez; pensemos un poco en qué nos pueden decepcionar las personas cuando a ellas antes las hemos utilizado a nuestro antojo sin estudiar las consecuencias, con o sin sexo por el medio.

Debates aparte, Old habits die hard es una canción directa, de una eficacia calculada, un medio tiempo de estribillo perdurable, fraseos sencillos y emoción sin tapujos. Canta Jagger, por supuesto, demostrando una vez más, por menor que sea la empresa, que a la hora de interpretar cualquier canción nadie como él descarga su alma en ella, contorneando su cuerpo y su voz para respirar su esencia, alargando las sílabas y los lamentos para conducir el tema a un momento de pasión culminante. De manera incomprensible, el tema, que ganó el Globo de Oro en el apartado de canción original, no estuvo siquiera nominado al Oscar aquel año.

El último contacto que he tenido con Old habits die hard se produjo hace unos días, en la carretera y sin que yo condujese, después de casi dos años sin escucharla. En su día fue una de esas canciones, como tantas en cada uno de nosotros, que te acompañan de forma especial por razones que tienen que ver con la compañía y la añoranza. “Los viejos hábitos son difíciles de superar”, sí. Por los viejos tiempos…

sábado, abril 07, 2007

VOLUME ONE 62: NIGHTCRAWLER (PETE YORN)

Las películas nos descubren a menudo grandes canciones y grandes artistas. Por ejemplo, en los años finales de mi adolescencia me enganché a una canción, Bad moon rising, que aparecía en un film, y tras enterarme de que pertenecía a la Creedence Clearwater Revival me compré varios vinilos del grupo en un corto espacio de tiempo. Otras veces los descubrimientos no tienen tanto alcance ni semejante nivel, como el de Pete Yorn. ¿Recordáis Bandits? Quizá alguno (entre los que me incluyo, desde luego), no pueda quitarse aún de la cabeza a la desmelenada, morbosa y viciosa Cate Blanchett bailando en la cocina al ritmo de Bonnie Tyler y agitando sus cabellos rojizos totalmente poseída por la canción. Pues en esa película de Barry Levinson también discurría por su banda sonora un precioso tema tranquilo con una deslizante guitarra acústica firmado por un autor desconocido hasta aquel momento, y en realidad no tan conocido después.

Pete Yorn tiene tres discos y otro en directo. El último empezó a venderse a finales del año pasado. No es un músico de primera línea, quizá ni de segunda, sino que pertenece a esa amplia gama de solitas americanos de niveles inferiores (que no peores) poco exportables y apenas tenido en consideración por quienes en Europa sí le conocemos. Es uno de tantos anónimos y no tan anónimos personajes que la música americana alimenta y deja crecer. Musicforthe morningafter (Sony, 2001) contenía aquella maravillosa Just another que aparecía en Bandits, además de media docena de pegadizas canciones a las que nos les beneficiaba un trabajo global algo extenso y con contenido sobrante. Un poco de lo mismo castigaba también su segundo álbum, Day I forgot (Columbia, 2003). Con Nightcrawler (Red Ink/Columbia, 2006) ocurre otro tanto.

Y además es el decisivo ‘tercer disco (de estudio) de’, el que lleva al olvido a muchos autores o el que lo mantiene vivo y aún decidido en la superficie. Lo que ocurre es que Pete Yorn ocupa esa línea tantas veces indecisa que lleva a un músico a los territorios del rock perfilado con trazos de pop, sobre la que las guitarras nunca tienen dureza y las canciones casi nunca se gritan; es ése un terreno en el que los más exigentes van a afilar pronto sus garras. A Nightcrawler, producido por Michael Beinhorn (Soundgarden, Red Hot Chili Peppers) y en el que colabora Dave Grohl en el resultón single For us, no le falta algún otro tema sobresaliente (Undercover, Ice age). Ningún corte, salvo uno, alcanza los cuatro minutos de duración, pero como en los demás discos del autor parece que son demasiados.

Nota: 6/10

miércoles, abril 04, 2007

MILES’ COOL

Continúo recorriendo las insospechadas rutas del jazz al ritmo de dos o tres sesiones por semana. Me he acostumbrado a hacer saltos temporales de Duke Ellington a Dave Holland o de Count Basie a Lee Morgan pasando por Mingus y Bill Evans, por ejemplo, pero también me permito abrir monográficos esenciales para cultivar mi aprendizaje en estos terrenos. Así que para empezar en esta materia me he decidido ni más ni menos que por Miles Davis, improvisadamente además, como el mismo jazz, de un quinteto a otro y vuelta atrás, puro y melódico un día, nervioso e incontenible al siguiente.

No voy a entrar en detalles ni a desgranar aspectos vitales en la existencia de Miles Davis, el músico de jazz más legendario y biografiado. Quizá el actor Don Cheadle, que, según cuentan rumores y noticias, se ha atrevido a indagar en Davis en un biopic interpretado y dirigido por él mismo, nos resuma los encantos de su compleja personalidad y de su fascinante carrera musical. De momento, yo me limito a avanzar algo más allá del mítico y venerado Kind of blue, mi primer contacto, hace varios años, con este sagrada divinidad no sólo del jazz, sino de cualquier estilo que al jazz fusionó.

Supongo que tendrá sus detractores o quienes no valoren tanto su trascendencia, yo de momento, con la trompeta de Miles Davis y el complemento de sus innumerables músicos, voy notando además el verdadero espíritu que recorre las venas y las arterias del jazz. Hace unos cuantos posts me preguntaba por los méritos y los valores de este estilo de música y quizá vaya descubriéndolos poco a poco con una simple fórmula: dejarme llevar por los sonidos del jazz. Unos me resultan más impenetrables, otros son cómodos y Miles me va sirviendo, desde la belleza de Kind of blue (1959) hasta los siseantes compases de Miles smiles (1966), para inyectarme un estado de ánimo pacífico que me permite ausentarme de todo cuanto no es música. Milestones (1958) es otro estado de relajación. Sorcerer (1967) ya presenta sobresaltos lujosos. Miles in the sky (1968) se vuelve más nervioso. Ascensor para el cadalso (1957) es de una dulzura intrigante, como buena parte de los discos de su quinteto en Prestige. In a silent way (1969) anticipa probaturas posteriores mientras te da un masaje en la nuca. Y Tutu (1986), escuchado más años atrás, ya me había descolocado por su frívolo revuelto de pop ácido. Me queda mucho, como el inicio de su fase trasgresora con Bitches Brew, su ‘españolizado’ Sketches of Spain, sus discos primerizos con Charlie Parker o sus fusiones experimentales de los años setenta y ochenta. Todo llegará. El jazz va mostrando su lado más ‘cool’.

Permitidme compartir la espectacular mención de Miles Davis en una película no menos espectacular, Collateral (10 sobre 10), dirigida por Michael Mann. Una sudorosa banda de jazz toca Spanish key, del disco Bitches Brew, en un caluroso night club mientras es observada por sus protagonistas, Jamie Foxx y Tom Cruise. Minutos después, el líder de la banda comparte con estos dos personajes un par de recuerdos de su juventud que tuvo junto a Miles Davis antes de que el asesino al que da vida Cruise le revele por qué se ha presentado en el local. La escena se carga en ese momento de una tensión espeluznante y el desenlace es… impresionante.

domingo, abril 01, 2007

GREATEST HITS 17: I WILL FOLLOW (U2)

No la incluiría entre mis veinte canciones predilectas, hay tantas mejores entre sus cientos… Pero si la ocasión lo quiere y te golpea cuando menos lo esperas, en momentos en los que ya no hay nada mejor que hacer, podría considerarla incluso la mejor. Porque allí empezó todo y desde allí continuaron.

Llevas una hora ahí metido, acalorado por la camaradería que cuatro tipos comparten después de muchas horas, semanas y meses tejidos con películas recordadas, canciones comentadas y mujeres deseadas. Te escondes en el fondo con la vista elevada hacia todas partes en busca del enfoque perfecto de unas curvas que dibujar con tus manos, de un cuello despejado donde marcar un mordisco. Gritas en pleno éxtasis de música irreconocible para asegurarte de que aún puedes escuchar un comentario inteligente y una risa auténtica. Hay mucho donde mirar pero nada que escoger. Entonces enfilas el camino de salida con las luces ya encendidas y te frena esa canción que habías escuchado por última vez en uno de sus conciertos. La escribieron esos tipos hace más de veinticinco años sobre una arrugada hoja de papel. Si la pinchas en aquel viejo disco te arrastra mucho tiempo atrás, cuando ibas a la escuela. Si la escuchas ahora, que le han quitado el polvo para actualizarla, sientes que es una canción de siempre, aún recuerdas la letra de principio a fin y hasta puedes sentir que vuelves muy cansado a casa, pero satisfecho y con U2 siempre a mano para no hundirte.

Y dices: “I will follow”… pues sigamos…