Pete Yorn tiene tres discos y otro en directo. El último empezó a venderse a finales del año pasado. No es un músico de primera línea, quizá ni de segunda, sino que pertenece a esa amplia gama de solitas americanos de niveles inferiores (que no peores) poco exportables y apenas tenido en consideración por quienes en Europa sí le conocemos. Es uno de tantos anónimos y no tan anónimos personajes que la música americana alimenta y deja crecer. Musicforthe morningafter (Sony, 2001) contenía aquella maravillosa Just another que aparecía en Bandits, además de media docena de pegadizas canciones a las que nos les beneficiaba un trabajo global algo extenso y con contenido sobrante. Un poco de lo mismo castigaba también su segundo álbum, Day I forgot (Columbia, 2003). Con Nightcrawler (Red Ink/Columbia, 2006) ocurre otro tanto.
Y además es el decisivo ‘tercer disco (de estudio) de’, el que lleva al olvido a muchos autores o el que lo mantiene vivo y aún decidido en la superficie. Lo que ocurre es que Pete Yorn ocupa esa línea tantas veces indecisa que lleva a un músico a los territorios del rock perfilado con trazos de pop, sobre la que las guitarras nunca tienen dureza y las canciones casi nunca se gritan; es ése un terreno en el que los más exigentes van a afilar pronto sus garras. A Nightcrawler, producido por Michael Beinhorn (Soundgarden, Red Hot Chili Peppers) y en el que colabora Dave Grohl en el resultón single For us, no le falta algún otro tema sobresaliente (Undercover, Ice age). Ningún corte, salvo uno, alcanza los cuatro minutos de duración, pero como en los demás discos del autor parece que son demasiados.
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