Desproporcionado en cantidad, derbordante de calidad. Un lujo excesivo, una sobredosis magnífica: Stadium Arcadium.
Intuyo que serán más numerosos los contras que los pros que reciba. Es lo que conlleva salir no sólo en la MTV sino en los 40 al principio a todas horas. Es lo que supone que la banda haya ganado más fama en su estatus y guste ahora más a casi todo el mundo (menos a los expertos de pluma alérgica a la actualidad popular) y no a los pocos de antes, de los cuales un gran número ya han renegado. Mis contras se reducen a uno, su desfasada duración, la inexplicable razón por la que los Red Hot Chili Peppers no han recortado su nueva producción a una hora de canciones en lugar de las dos largas que componen el doble álbum con 28 temas Stadium Arcadium; como el Honestidad brutal de Calamaro o el Mellon Collie &... de Smashing Pumpkins, grandes dobles discos con cortes de más. Los pros compensan el sobrecargado minutaje, fundamentalmente porque más del noventa por ciento de las canciones son espléndidas, pleno éxtasis, de las mejores que ha compuesto la banda de Los Angeles desde el célebre Blood Sugar Sex Magik de 1991.
De la gesta sale victorioso, más que nadie, el guitarrista John Frusciante, que además de no perder su clásico desnudo rasgueo funky, añade a sus cuerdas una rudeza poco frecuente en el funk rock perdurable del grupo, cercana a veces a un hard rock emparentado con el de Offspring, y otras veces asea su sonido como si fuera un músico más meticuloso de lo que aparenta ser. Frusciante traza unas vivas y vibrantes espirales sonoras encajadas magistralmente entre las voces agitadas de Kiedis y el manto rítmico hilado por los enormes Flea (¿alguien se atreve a no incluirlo entre los mejores bajistas del universo rock?) y Chad Smith en su precisa y perfecta batería. El simpático single Dani California es una de tantas pruebas, como las alegres Charlie o 21st century y las más siniestras (a tono con la oscuridad general del disco) Torture me, Warlocks, Storm in a teacup y la arrasadora Turn it again.
Pero los Red Hot Chili Peppers no habrían construido semejante gran disco de no ser por el (una vez más) genial trabajo de ingeniería que Rick Rubin lleva a cabo en la producción. Es él el responsable de la versatilidad nada chirriante de Frusciante y de salpicar prácticamente cada tema con brochazos de efectos y ambientes que abrillantan canciones de un disco tan largo como grande.
Nota: 9/10
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2 comentarios:
pal q lea este articulo le puede interesar
http://redhotchilepeppers.blogspot.com/
Sigo esperando la crítica de Il Divino Codino.Hasta entonces,no escucharé este disco
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