Nueva
parada de cercanías. Menos
de dos años ha tardado Néstor Pardo en publicar su siguiente álbum,
el cuarto de una trayectoria que promete
no acomodarse y sí deparar rumbos coherentes.
Confiesa Pardo en una entrevista que un músico corre el riesgo de
“tufar” a ridículo si no evoluciona; “mejor estar ahora con el
ordenador que seguir igual 15 años”, sentencia para reforzar las
razones de haber
usado
sintetizadores
y programaciones en
Libélula (2017), en
corta medida acertadamente.
Más
presencia tienen sonidos y maneras latinas (ritmo de cumbia, humo de
tango),
en
cambio no siempre afortunadas. El músico
coruñés se aleja más de las raíces rockabilly de sus comienzos para
consolidarse como un autor de rock más maduro inquieto por
experimentar que encuentra sus mejores apuestas en los temas más
delicados de Libélula,
No
sirve de nada y Quiero atraparla especialmente, donde el matrimonio
entre cuerdas y teclas triunfa hilado con el emotivo rasgado de la
voz de Pardo.
Nota: 7/10
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