Hay una brecha que nos ha
distanciado, una forma de ser que nos separa y a la vez nos hace muy
parecidos. Por eso más allá del tiempo nada se ha estropeado. Un
nuevo encuentro es en el fondo motivo de celebración.
Cerraron los lugares en los
que nos veíamos y hablábamos. Aprendimos a conocernos, a compartir
aficiones. A veces añoramos echarnos a la noche como antes, pero nos
vence la pereza y otras razones nos reconfortan.
Protegemos placeres que son
tuyos y míos: tumbarnos alejados del ruido, mirar contornos
deslizantes que pasan, guardarnos del resto, estar solos un rato, ser
nosotros mismos, nuestra esencia.
Nos pusimos al día muy
rápido, trozos de conversaciones que en otro momento habrían sido
más largas. A unos nos va bien, a otros no tanto. Unos se dejan ver
de vez en cuando, otros de casualidad. Todo pasa.
Recordaremos el capítulo de
un libro, salvaremos una película de entre muchas que hemos
enterrado, compararemos a una mujer con un grupo musical. Ahora quizá
nos volvamos a ver pronto, o antes.
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