Reencontrarte
con algunos músicos es volver a
otros días, a otras gentes, a periodos de tu vida que duraron solo
un tiempo o siguieron contigo adelante. Gov't Mule me lleva varios
años atrás a otras etapas de aprendizaje e indagación musical. Me
fui desatándome del grupo, cansado, vencido por el continuo
desinterés o movido por la necesidad de seguir abriendo nuevas
zanjas en la tierra de mis cultivos sonoros. Ocurre a veces aunque
veas que te apartas de músicos enormes, monstruosos. Como Gov't
Mule.
Surgieron
de su inclusión en la Allman Brother Band a finales de los ochenta:
Allen Woody al bajo, Warren Haynes en la guitarra. En el 95, con el
baterista Matt Abts, tenían su primer álbum. Un poderoso trío de
blues-rock, robusto, intimidante, proclive a alargar los temas y a
recrearse en embriagadoras jams. Instrumentistas colosales. Llegaron
más discos, el glorioso directo del fin de año del 98 en el Roxy de
Atlanta. La muerte de Woody y los volúmenes The Deep End con
numerosos bajistas. Hubo más sustitutos con el paso de los años y
discos engrasados en los que fueron cabiendo el funk, la psicodelia y
el reagge entre los pliegues blueseros de su rock contundente.
Me sentía distanciado de ellos, ajeno a climas que me parecían ya
pesados, cuando encuentro su último trabajo: Revolution come…
revolution go, que grabaron el año pasado y acaban de poner a la
venta para reconciliarme con la Mula.
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