¿No os pasa a veces que vais
dispuestos con pereza a la escucha del nuevo trabajo de un músico
que en realidad os gusta? Mas con pereza, allá vais, allá vamos. Me
ha pasado ahora con Mark Lanegan, quien ha juntado a sus amigos más
íntimos (Josh Homme, Greg Dulli, Duke Garwood) para repetir bajo la
Mark Lanegan Band una producción más en su generosa, atrayente
siempre y en cierto punto camaleónica, carrera post Screaming Trees.
Hay algunos resbalones en su obra (Imitations), aventuras de las que
unas veces ha salido bien parado (la trilogía de discos con Isobel
Campbell) y otras no (Black pudding). A lo que más se parece este
brumoso Gargoyle (Heavenly, 2017) es al arremolinado Blues funeral
(2002).
Aunque sus inclinaciones no
pareciesen acercarse a la naturaleza musical que él nos sugiere,
Lanegan, errático o no, siempre ha sabido adaptarse a sonidos y
ambientes distanciados. En Gargoyle lo oímos demasiado envuelto en
teclados y efectos de sintetizador, fórmula que en ocasiones
acrecienta esa pereza de la que hablaba o que por el contrario
confiere a las canciones una apretada energía (Nocturne). El disco,
no entre lo mejor del músico, se levanta en momentos en los que
Lanegan parece salido del álbum Whiskey for the Holy Ghost (Sister) o se
deja caer en crepusculares ambientes (Goodbye to beauty).
Nota: 6,5/10
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