Me
parece una gran actriz. Una gran actriz que -me pregunto- parece
haber incluido una cláusula en los contratos para reservarse al
menos una escena en sus películas para llorar. Por el
motivo que sea: porque
le hacen daño casi siempre, porque
sufre por sus
debilidades o por las desgracias que la castigan, o porque se le
vuelve a estropear el coche. Siempre hay una
razón de peso en los
argumentos de sus films para que el personaje que interpreta se
comprima de angustia o expulse su aflicción con el derramamiento de
lágrimas y la necesidad de consuelo.
Con dos seguidas hace
muy poco, he visto 26 de las 39 películas hasta este año en las que
ha trabajado; si
alguien ha visto una
en la que Natalie Portman no llore, que me
lo diga.
Insisto:
natural en sus papeles vulnerables, de un control sutil de sus
personajes para que no se le vayan de las manos y con una hermosura
inmarchitable, Natalie Portman es una gran actriz que llora
demasiado.
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