lunes, abril 17, 2017

DRUMS

Desde el fondo, sentado, domina los latidos de una canción. Con sus manos controla el ritmo de la música, la adormece o la despierta, la cubre o la despoja de adornos con los golpes sutiles o poderosos de sus leales herramientas de percusión. Son dueños del carisma mudo de una banda, piezas de engranaje aparentemente discretas del grupo de músicos que arropa a un autor. Son quienes se sientan en la batería.
 
Un buen amigo es baterista. De los buenos, profesional de las baquetas en no pocas bandas y proyectos de mi ciudad y experto en la ingeniería sonora en diferentes campos. Nos vemos menos ahora, pero al encontrarnos surgen siempre gloriosas conversaciones con la música como argumento (además de recuerdos de grandes conciertos vividos juntos). En la última que tuvimos regresamos a uno de nuestros temas favoritos: la batería, los bateristas. Aaaaah, nos dejamos muchas cosas en el tintero pero sacamos a relucir viejos y nuevos protagonistas: los bateras de Pearl Jam y por qué a él quien menos le gusta es Matt Cameron; la añoranza de Jack Irons; el vigor adictivo de Chad Smith; Steven Adler frente a Matt Sorum; la eficaz sobriedad Larry Mullen Jr; la maestría sencilla e incontestable del eterno Jim Keltner… (la madrugada y los brebajes hacen que me olvide de otros nombres, quizá lo pensé o quizá le dije también, no sé, que me pirran algunos bateristas de jazz como Tony Williams o Philly Joe Jones o que me dejo hipnotizar por las percusiones de Jay Bellerose).
 
José García, el buen amigo, es exquisito con sus manos, un artesano de las baquetas y las cajas que te levanta al enchufarse al rojo vivo y te seduce cuando se pone fino. Maestro en lo suyo.

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