Otra
perla del año naciente. A Kasey Chambers la conozco desde hace un
tiempo, es de esas autoras discretas y silenciosas aunque bastante
activas que sin entusiasmarte te gustan más de lo que crees que
pueden gustarte. Australiana con el rock, el folk y el country como
gasolina, así a grandes rasgos. Son buenos discos Barricades &
brickwalls (2001) y Bittersweet (2015). Va por el undécimo álbum de
estudio con Dragonfly (2017), con el que se ha pasado un poco de
minutaje (hora y veinte para un álbum doble). Pero quieto, no es
motivo de queja: ninguna canción de las veinte que ha grabado patina
y el conjunto no se resiente (al contrario que la más laureada
Lucinda Williams con el penoso espíritu de la autopista 20 del año
pasado). Los primeros once temas trabajados junto a Paul Kelly, los
nueve siguientes con su hermano Nash Chambers. Kasey se inclina esta
vez al folk que regresa a sus esencias primitivas y salpica su obra
de poderosos aullidos rockeros que te hacen levantar del asiento o
tener ganas de abrazarla.
Nota:
7,5/10
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