Otro
ejercicio de retorno a los orígenes. Me pasa que me confundo al
recordar a qué disco pertenecen las canciones de los buenísimos
tres primeros discos de Led Zeppelin, y una del primero la ubico en
el tercero y otra del segundo la sitúo en el primero y así. Quería
seguir quitándome edad de encima y me escapé hasta enero de 1969,
cuando aquella banda inglesa rompía altavoces y te dejaba noqueado
con el arranque de su discografía. Yo los conocí más tarde, pero
creo que en aquel momento, serían los primeros noventa, debí sentir
la misma electricidad por mi cuerpo que si me la hubieran enchufado
veintitantos años antes. I, o Led Zeppelin, el primero, el del
zepelín granulado que arde, me parece aún y ahora un despegue
demoledor. Los gritos de Plant y la tenebrosa sonoridad de temas como
Your time is gonna come o Dazed and confused anticipan la pubertad
del heavy. La contudencia de Bonham y las guitarras estranguladas de
Page cuando el blues de You shook me o I can't quit you baby resbala
por las cuerdas alcanza niveles estremecedores. Así se crea la
música monumental.
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