domingo, abril 28, 2013

VOLUME ONE 292: GHOST ON GHOST (IRON & WINE)



A cada escucha de Ghost on Ghost (4AD, 2013) me regocijo en mi admiración por Sam Beam. No dudo al inclinarme ante su genialidad. La tienen los discos de esos músicos que primero te agradan, luego te entusiasman y después te atrapan y no te sueltan. Este es uno de ellos. Pensé al principio que no llegaría a la altura de The shepherd’s dog, no se queda muy lejos.
El profesor es un humilde maestro. En Ghost on ghost suenan 24 instrumentos (con saxos, cellos, violines, trombones, ukeleles, vibráfonos) y varias voces de los dos géneros, todo armonizado sin pisarse unos a otros, sin protagonismos. Conforman un equilibrado y muy democrático repertorio casi siempre alegre, de brisas veraniegas y vientos retro a veces y de jazzísticos ambientes otras. E intervienen Brian Blade, Tony Scherr, Rob Burger y Tony Garnier. Un lujo.

Del primer al duodécimo corte Ghost on ghost es un deleite. Las sutilezas se aprecian en cada segundo. Imposible no caer enamorado de Low Light buddy of mine, New Mexico’s no breeze y sobre todo Singers and the endless song y Lovers’ revolution. Lección magistral. Una más.

Nota: 9/10

viernes, abril 26, 2013

SOUNDTRACK 127: KEVIN & MELANIE


Me atraen las aventuras musicales de los actores y actrices de cine, sobre todo si me caen bien. Ya he escuchado unas cuantas de distintos géneros, de Robert Mitchum a Julie Delpy, de Russell Crowe a Charlotte Gainsbourg. Unos cumplen, otros tropiezan, unos van a lo fácil, otros arriesgan. No dejan de interpretar cuando acaban el rodaje y entran en el estudio y se agarran al micrófono. Dos ejemplos que he descubierto recientemente: Kevin Bacon y Melanie Laurent.
El primero, un actor que ha trabajado con casi todos los directores americanos importantes de las últimas tres décadas, funciona siempre bien en pantalla. Conserva un eterno aspecto juvenil, un porte fibroso y un rostro travieso. De paseo por Londres me encuentro con su cara en la portada de un cd. Junto a su hermano Michael formó a mediados de los noventa The Bacon Brothers y suma ya cinco álbumes de estudio y un directo. El grupo se acerca a lo que también hacen Jeff Bridges o Kevin Costner y su banda, rock americano de carretera y grandes praderas, un poco a lo Eagles, bien trabajado aunque escaso, con déficit de canciones que dejen mínima huella.
La hermosa francesa Melanie, también atrevida directora de cine, le pone emoción a su música. La encontré en una imagen con una guitarra y me pregunté si también se había lanzado a cantar. Así es. En En T’attendant firmó un 2011 un bonito trabajo pop de texturas abiertas y ecos más personales. La ayudaron Damien Rice y el guitarrista Joel Shearer. Experimenta con ritmos tranquilos y melodías emotivas. Da gusto oír su acento.

RICHIE (1941-2013)


Abrió Woodstock y triunfó de calle a plena luz del día, antes de la lluvia. Llegó hasta los 72 años. En su casa de Jersey dejó de rasgar la guitarra así de nervioso. La abrazaba y extraía de ella un ritmo suave e intenso. No acudo mucho a su música, pero al hacerlo me recreo en los buenos discos que llevan su firma, aquellos de finales de los sesenta, y todas las versiones que hizo de canciones de Dylan. Uno de los buenos, Richie Havens. Hasta siempre.

martes, abril 23, 2013

23 DE ABRIL



Cualquier día es una celebración contigo, no solo este. Pero aquel día… bueno, algo pasó. Ni tú ni yo fuimos los mismos que éramos hasta entonces. Algo en este mundo querría unirnos, esa es la respuesta. Después ya sabes lo que vino: 
la música en el coche, unos discos grabados, los pies en la playa, un perro que se pega a nuestros cuerpos, una casa rural, los libros abiertos, llorar por todo en el cine, una ensalada bien preparada, una ración de croquetas, nuestro café para soñar, Londres, Wight, Betty LaVette, Calexico, Alive, West Wing, Friends, un par de tontiños… 
Y más que vendrá. Quizá sigas pensando que no me inspiras cuando escribo en este blog, allá tú. Muak muak

sábado, abril 20, 2013

VOLUME ONE 291: THE LOW HIGHWAY (STEVE EARLE & THE DUKES (& THE DUCHESSES)

Steve Earle me tenía cansado. No me adscribo a su club de fans, muchos de los cuales no le tosen ni sus trabajos más discretos. Así veía yo sus últimos discos, sin sabor, unos cuantos. Pero The lost highway (New West, 2013) es lo mejor que ha grabado desde hace más de una década, de cuando Jerusalem (2002). Porque se advierten rayos de entusiasmo después de un ocaso. Y sobre todo porque se hace cercano, te acompaña. Firma el disco con la banda con la que sale a tocar, The Dukes, a la que se añade más de una duquesa (& The Duchesses) en violines, mandolinas, pianos y acordeones. La música es más entrañable, abierta y alegre (Calico County, Pocket full of rain), aunque dé también paso a la nostalgia (Invisible), la que viste un viejo zorro.

Nota: 7/10

martes, abril 16, 2013

LIVE IN 145: MÚSICA EN ½ HORA



Nunca pensé que llegaría un día en el que desease que los discos, la colección trabajada de canciones nuevas que un artista compone, ordena e interpreta en un momento puntual de su propia historia, durasen media hora o menos, como en la mayor parte de los inocentes años sesenta. Pagar entre 15 y 20 euros por un álbum con esa duración siempre me pareció un derroche, porque por muy bueno que fuese el contenido siempre me sabía a poco… ¡si hay capacidad para hasta 80 minutos! (vale, ahora el consumo de música es más barato) Pero pasamos por etapas, como ahora, en las que todo cuanto se acerca a tus oídos se hace cansino, aburrido y carece de ingenio. Los discos se alargan porque la mitad de las canciones son vacías y perezosas, no tienen ningún vínculo con la carne y las entrañas, porque ya está todo oído, o porque lo ya oído se repite sin poder disimular su falta de pasión.

Todo esto lo pienso mientras escucho los discos más recientes de The Strokes, Depeche Mode, Stereophonics, Ocean Colour Scene, Suede, Black Rebel Motorcycle Club, Yeah Yeah Yeahs o Eric Clapton. Alguno bien merece un rato, pero con media hora basta. O volvamos a los singles.

domingo, abril 14, 2013

VOLUME ONE 290: STORIES DON’T END (DAWES)



Cuando un primer disco es tan completo, tan sublime, la tarea de rayar a la misma altura en los siguientes trabajos suele deparar resultados imperfectos, a veces frustrantes. Repetir la virtud inmaculada no debería ser la obsesión del artista, del músico. Y creo que Dawes no caen en ese vicio. Quizá porque North Hills (2009) les salió tan bueno sin querer, ahora no van a alcanzar semejante brillantez. O porque en realidad siguen sabiendo hacerlo francamente bien. Ni Nothing is wrong (2011) ni Stories don’t end (Hub Records, 2013) mejoran el álbum anterior. No importa. A mí estos chicos ya me ganaron cuando empezaron a caminar.

Stories don’t end es bonito, agradable, aunque algo más desequilibrado, con la emoción más controlada. Ninguna canción consigue levantarte del asiento. Dawes han cambiado de productor (les ayuda ahora Jacquire King), pero conservan ese fresco aroma californiano en sus fraseos, en la armonía de voces y en esa humilde inocencia que desprende su música. Unas cuantas bonitas canciones (From a window seat, Most people, From the right angle) embellecen su tercer disco.

Nota: 7/10

martes, abril 09, 2013

GREATEST HITS 144: EVERYBODY’S TALKIN’ (HARRY NILSSON)


Al escuchar esta canción reaparecen carcomidos por las décadas Joe Buck y Ratso, el ingenuo y seductor vaquero de pueblo y el rufián de ciudad acabado por la tos a los que Jon Voight y Dustin Hoffman daban vida en Midnight Cowboy (1969). Aquella película, cuya provocación parece hoy inofensiva, aún me sigue pareciendo sórdida y desesperanzadoramente triste. Y me gusta. Tanto como la voz de Harry Nilsson poniendo música a las imágenes.

sábado, abril 06, 2013

VOLUME ONE 289: TOOTH & NAIL (BILLY BRAGG)



El acento, como apunta alguna reseña, descoloca al escuchar el último trabajo de Billy Bragg, Tooth & Nail (Cooking Vinyl, 2013). Es un contraste a ratos chocante el que produce la voz londinense de Bragg entre los sonidos de músicos americanos de exquisito estilo curtidos en cientos de álbumes de country, folk y jazz. Y eso que Bragg y su voz seca y potente no desentonaban en el cancionero americano que revivió junto a Wilco en los volúmenes Mermaid Avenue. Desde aquellos estupendos tributos de finales de siglo pasado solo ha grabado dos discos, y de la línea combativa de su talante y el inconformismo social de sus letras queda poco rastro en el último de ellos, cocinado en el sótano de Joe Henry en Pasadena. Ojo, con Henry ante la mesa, se me enciende el radar y dedico una atención más intensa a cuanto pasa por sus manos y su oído. Tooth & Nail está bien, bastante bien, suena limpio, elegante. Es un gusto escuchar a esos músicos tan buenos levantando un puñado de canciones magníficas (No one knows nothing anymore, There will be a reckoning). Se echa una falta una pizca de empuje, la rabia punk que antes vestía al Bragg más británico.

Nota: 7/10

jueves, abril 04, 2013

HIS MASTER’S VOICE…


“La voz de su amo se apaga en un suspiro”. Es un perfecto titular que anticipa el crepúsculo en el que se desvanece HMV. Lo leí en The Telegraph hace un par de meses, acompañado de una dolorosa realidad. “Es un triste negocio, pero, ¿cómo puede sobrevivir HMV si la gente no va a las tiendas de discos a comprar música?” El alimento de unos pocos no acaba con el hambre, desde luego, y yo admito que tengo que vigilar también mi nevera. HMV está en las últimas, cerrando poco a poco las 240 tiendas que tiene en Gran Bretaña e Irlanda. En 1921 la primera de ellas abrió sus puertas. Ahora todas van a cerrarse para siempre. Ya se sabe, una descomunal caída de ventas.

Cada vez que he viajado a Londres o a otra ciudad inglesa me he dejado caer por esas tiendas pequeñas con cds y vinilos nuevos o de segunda mano apilados en las estanterías (hum, qué placer incomparable), pero siempre he tenido tiempo para una cita en HMV. Una megastore con miles de discos, libros, películas y juegos (esta sección nunca la pisé). Pasaba allí una hora como mínimo para ver novedades, buscar clásicos, bucear entre las ofertas, curiosear entre música exótica, descubrir nuevos grupos… y cargar la cesta de la compra. Cuando pasé medio año de mi vida en Londres acudía al menos una vez por semana, y aunque no comprase nada me encantaba pasear por sus pasillos repletos de discos, echar un vistazo a libros a precio de saldo y a otros con fantásticas ilustraciones. La última vez que entré en un HMV, hace pocos días, empecé a verle los huesos al lugar, las estanterías vacías, los libros apilados en cajas a 1 y 2 libras ansiosos por salir de allí, discografías muy incompletas, artistas que han desaparecido del catálogo. Me llevé un par de artículos, pero ya sin calor en el entorno sentí que se había perdido una entrañable y personal magia dentro de mí.

martes, abril 02, 2013

SOUNDTRACK 126: THE MUSIC NEVER STOPPED


El hijo le cuenta al padre cuándo escuchó por primera vez Desolation Row, qué le hizo sentir esa canción tan larga, esos versos indescifrables. Es de las pocas cosas que la memoria le deja reconstruir. Fue en casa, mientras la madre terminaba de preparar la cena y el olor de la comida penetraba en todas las habitaciones. El padre no sabe lo que es Desolation row y apenas conoce al cantante, tiene la funda del disco en sus manos y lo observa extrañado, se pregunta qué tiene de especial esa música. Pero mira feliz a su hijo, que da vueltas sobre sí mismo muy despacio en su viaje al pasado, como si flotara en el cuarto, mientras esa canción abre una pequeña brecha en su mente para que regresen los recuerdos. Y una lágrima se desliza lentamente por las mejillas del padre hasta sus labios sonrientes mientras no deja de sonar Desolation row.

Esta es una escena, para mí la más conmovedora, de The music never stopped, una preciosa película de 2011 dirigida por Jim Kohlberg que adapta el ensayo El último hippie, del doctor Oliver Sacks, basado a su vez en unos hechos reales.
Estamos en 1986. Los padres llevan casi veinte años sin saber de su hijo, se marchó de casa tras una fuerte discusión con el padre, un conflicto generacional. Ni rastro han tenido de con quién ha estado, a dónde ha ido, cómo se ha ganado la vida. Hasta que reciben una llamada del hospital: su hijo tiene un tumor cerebral, se lo van a extirpar pero va a sufrir graves pérdidas de memoria. Sus padres quieren recuperar el tiempo perdido y junto a una doctora especialista utilizan la música como terapia para revivir los recuerdos y volver a conocer a su hijo. La del padre es Bing Crosby y Count Basie, la del hijo es Buffalo Springfield y sobre todo Grateful Dead. Ahí sigue todavía, dos décadas más atrás, como si las drogas que ha consumido lo mantuvieran en otra dimensión. La vida no es la misma, los viejos amigos se han marchado y el chico, el hombre aún joven, no tiene a nadie más que sus padres. Y él, un maravilloso J. K. Simmons, no se viene abajo, sino que escucha la música que adora su hijo para no perderlo una vez más.

Y la música de entonces, cierto, nunca deja de sonar, nunca muere. Si queremos, si lo sentimos de verdad, descubriremos que aquellas canciones nos pueden curar, nos puede salvar. El plato que gira y la aguja que descansa sobre sus surcos son la medicina contra el olvido. La música… es la vida.