Me atraen las aventuras musicales de los actores y actrices de cine, sobre todo si me caen bien. Ya he escuchado unas cuantas de distintos géneros, de Robert Mitchum a Julie Delpy, de Russell Crowe a Charlotte Gainsbourg. Unos cumplen, otros tropiezan, unos van a lo fácil, otros arriesgan. No dejan de interpretar cuando acaban el rodaje y entran en el estudio y se agarran al micrófono. Dos ejemplos que he descubierto recientemente: Kevin Bacon y Melanie Laurent.
El
primero, un actor que ha trabajado con casi todos los directores americanos importantes
de las últimas tres décadas, funciona siempre bien en pantalla. Conserva un
eterno aspecto juvenil, un porte fibroso y un rostro travieso. De paseo por
Londres me encuentro con su cara en la portada de un cd. Junto a su hermano
Michael formó a mediados de los noventa The Bacon Brothers y suma ya cinco
álbumes de estudio y un directo. El grupo se acerca a lo que también hacen Jeff
Bridges o Kevin Costner y su banda, rock americano de carretera y grandes
praderas, un poco a lo Eagles, bien trabajado aunque escaso, con déficit de
canciones que dejen mínima huella.
La
hermosa francesa Melanie, también atrevida directora de cine, le pone emoción a
su música. La encontré en una imagen con una guitarra y me pregunté si también
se había lanzado a cantar. Así es. En En T’attendant firmó un 2011 un bonito trabajo
pop de texturas abiertas y ecos más personales. La ayudaron Damien Rice y el
guitarrista Joel Shearer. Experimenta con ritmos tranquilos y melodías
emotivas. Da gusto oír su acento.
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