El acento, como apunta alguna reseña, descoloca al escuchar el
último trabajo de Billy Bragg, Tooth & Nail (Cooking Vinyl, 2013). Es un
contraste a ratos chocante el que produce la voz londinense de Bragg entre los
sonidos de músicos americanos de exquisito estilo curtidos en cientos de álbumes
de country, folk y jazz. Y eso que Bragg y su voz seca y potente no desentonaban
en el cancionero americano que revivió junto a Wilco en los volúmenes Mermaid
Avenue. Desde aquellos estupendos tributos de finales de siglo pasado solo ha
grabado dos discos, y de la línea combativa de su talante y el inconformismo
social de sus letras queda poco rastro en el último de ellos, cocinado en el sótano
de Joe Henry en Pasadena. Ojo, con Henry ante la mesa, se me enciende el radar y
dedico una atención más intensa a cuanto pasa por sus manos y su oído. Tooth
& Nail está bien, bastante bien, suena limpio, elegante. Es un gusto
escuchar a esos músicos tan buenos levantando un puñado de canciones magníficas
(No one knows nothing anymore, There will be a
reckoning). Se echa una falta una pizca de empuje, la rabia punk que antes vestía al
Bragg más británico.
Nota: 7/10
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