Weeds conserva ejemplarmente, como las grandes series americanas, bendecidas por la construcción perfecta de sólidos guiones, el tono con el que arrancó, de una insolencia sutil y un entrañable gamberrismo. En su segunda temporada, con dos capítulos más que la primera y sin llegar nunca a los 28 minutos de duración, Weeds crece como una gran serie que nunca debes enseñar a tus hijos y con la que te lo vas a seguir pasando pipa.
martes, junio 23, 2009
SOUNDTRACK 84: WEEDS (2ª temporada)
Weeds me ha ganado, me ha convertido en un adicto a su veneno, a su inmoralidad. Weeds no es nada recomendable éticamente, pero no deja de ser excitante, como los mejores vicios, que se escapan de la moral. Así que hay que dejarse llevar por las peripecias nada sosegadas y siempre imprevisibles de Nancy Botwin, de nuevo encantadoramente hermosa en la piel y en los gestos juveniles de Mary-Louise Parker. La madre sigue vendiendo su hierba entre vecinos y clientes de toda clase, barrio y condición, ampliando su escala y cultivando profesionalmente la mercancía, sin cuestionarse por la moralidad de sus actos. Hay que vivir bien y no importa cómo. Ahora ya está en la jungla, tiene que vigilar sus espaldas y desconfiar de todos, incluso de quienes más la ayudan, como el agente de la DEA (Martin Donovan) que la corteja y con quien no tardará en mantener dobles juegos. Ahora tiene que quitarse enemigos del camino, negros cargados de armas o armenios proveedores de marihuana. Y mientras, su familia y sus vecinos continúan inmersos en remolinos de situaciones dramáticas (la relación de Silas con su novia sordomuda), absurdas (los devaneos sexuales de Celia y Doug), ridículas (el empeño de Celia por convertirse en la voz de la conciencia nunca oída del barrio) o disparatadas (el primer polvo de Shane, los dedos del pie que pierde Andy o la irrupción de una novia de la que ha escapado, una maravillosa Zooey Deschanel). Qué triste locura. Qué adorable peligro.
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