¿A qué viene esto? A que al leer una reciente crítica negativa del disco de regreso de un grupo que llevaba once años sin juntarse, el cronista se quedó a gusto al comentar que su retorno le parecía vacío e insignificante, movido por las necesidades alimenticias (¿qué tiene de malo?), que “nadie los echaba de menos” y que “su regreso no aporta nada”. Comentarios respetables, claro. Por mi parte, creo que en realidad a nadie, a ningún grupo, se le echa de menos y que, además, todo lo nuevo que pueda ofrecer, a estas alturas de caminata musical en el panorama rockanrolero, va a aportar muy poco.
The Verve y Metallica, dos bandas bien opuestas, han vuelto a grabar. Los primeros, once años después de su tercer álbum; los segundos no han tardado tanto desde el anterior trabajo de hace cinco. ¿Y? Me ciño al final del segundo párrafo. No hay revolución (ni se pretende), no hay bruscos cambios, no hay frescura. Dentro de unos meses intuyo que muy pocos se acordarán de que estos grupos han vuelto a la batalla y que las revistas no los incluirán entre los mejores de este año. Por cierto, que el disco tan maltratado era el de The Verve, titulado Forth, un regreso nada sobrenatural de la banda de Richard Ashcroft, pero sí por momentos gratificante. De Death Magnetic, obra de Metallica, no se puede ser tan halagador; su intento de volver al pasado se queda sin gasolina a mitad del camino, ahogado en un mar de cargante virtuosismo.
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