Me alegra comprobar que Steppenwolf (MCA, 1968) contiene más calidad que la que ya recoge su tema principal, esa bomba de innata rebeldía con sus fogonazos guitarreros. Aquel año el grupo tradujo su efervescencia en dos lanzamientos, éste el primero, un álbum de cuerdas que carraspean y teclados que aletean, a los que acompaña la voz chulesca de John Kay. No sorprende que el grupo tuviese el blues como raíz cuando entre su primera colección de canciones se incluye una versión de Hoochie Coochie Man y otros temas como Your wall’s too high o The Pusher transcurren bajo su influjo. Steppenwolf, como tantos grupos de la época, unos olvidados otros aún reivindicados, duró poco más de cinco años y otros tantos discos. Nacieron para ser salvajes, no eternos.
Ahora le estoy haciendo la autopsia a este ‘lobo estepario’.
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