jueves, agosto 31, 2006

VOLUME ONE 32: MODERN TIMES (BOB DYLAN)

Puede que retroceder unos pasos hacia las raíces, hacia la pureza de sonido, a un estado de exaltación de la sencillez tan difícil de alcanzar pero tan grato de saborear, nos devuelva la mejor versión de ciertos artistas de enorme consagración. Springsteen se juntó con una docena de músicos tradicionales para entregar sus fabulosas Seeger Sessions, canciones agrestes de perfil folk, blues, country y gospel para ensanchar los pulmones y no dejar de bailar. Ahora Dylan depura de aguardiente el aire tabernario que bañaba su magistral Time out of mind (1997) y regresa cubierto de fino rock y blues al fondo del bar, a una mesa tranquila donde dar breves sorbos a la luz de las velas en compañía de reflexiones divagadas, recuerdos añejos y mujeres perdidas o nunca conquistadas.

Conocéis mi adoración, lectores de tribecasessions, procuraré contenerme un poco.

Cinco años ha tardado Bob Dylan en gestar nuevas canciones. Desde el magnífico Love and Theft de 2001 se han publicado bootlegs oficiales y bandas sonoras, pero el músico de Minnesota retrasaba su nuevo repertorio original. Lo compuso y grabó a finales del año pasado y volvió a las carreteras de todo el mundo en 2006 con la banda con que lo llevó al estudio, en la que el bajista Tony Garnier sobrevive desde el inicio de la Never Ending Tour. Le dio nombre: Modern times; pero de los tiempos modernos huye este nuevo disco, se acopla mejor a un rock limpio de traje planchado y a un blues elegante de construcción delicada. Un placer para los oídos.

Eso mismo, un placer. Ya no hay nada que transformar, no hay banderas que agitar al son de sus canciones, pocas corrientes cambiarán ya su curso. Y las grietas de su rostro revelan la pereza inexpresiva de un artista de ningún tiempo, ni de los antiguos ni de los modernos, de un tipo que no va con este mundo y se ancla en su leyenda, confortable en su propio mito. El Dylan de Modern times es el Dylan reinventado de siempre, pero menos. A Time out of mind y a Love and Theft se emparenta su nuevo arsenal de magníficas canciones barridas de ceniza y susurradas con nostalgia (a veces Dylan parece no atreverse a levantar la voz, como en la deliciosa Spirit in the water o en la climática Ain’t talkin’ que despide el disco de modo soberbio). Su rock mantiene el pulso clásico (Thunder on the mountain) y su blues se traza con finas líneas (Someday baby) y sutiles matices instrumentales (Workingman’s blues #2). Como los dos discos anteriores, como tantos otros años atrás, Modern times madurará mejor y en breve hablaremos de él como otro disco grande del hombre delgado.

Nota: 9/10

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