lunes, agosto 21, 2006

VOLUME ONE 31: ILLINOISE (SUFJAN STEVENS)

(La verdad es que llevo demasiadas alabanzas consecutivas y tenía pensado algún tema de debate o discordia, incluso alguna reseña negativa para variar un poco la corriente de posts en Tribecasessions, pero un tardío primer contacto con un artista bien especial me va a obligar a aparcar censuras para después. Con permiso, pues.)

Lo que dicen es cierto. Eso creo yo, que no (yo no) me he escuchado (como tampoco quienes configuran las listas anuales) todos los discos publicados el año pasado. Ahora apartaría uno de aquellos que incluí en mi lista personal de mejores álbumes que recordé a comienzos de 2006 para dar entrada en las posiciones de cabeza a un prodigioso artefacto musical: Illinoise, de Sufjan Stevens. Bendito disco, madre mía. Los elogios desmedidos que he leído y que tanto me hacían por ello desconfiar al principio dan en el clavo o se quedan ahora cortos. Poco más puedo decir yo que no sea invitaros –buenos, prestos y cabales oyentes– a viajar durante 74 minutos como si fuera sin retorno a la dimensión del bienestar. Permitidme presentaros con brevedad a Sufjan Stevens y después pinchad Illinoise.

Jovencito de Detroit. Multiinstrumentista, un cerebrito, vamos. ¿De qué va este?, pensarán quienes primero echen la vista a los créditos del disco y se apresuren a tachar a un exponente más de esa tendencia musical bautizada como neo folk. Si ya han echado pestes sobre Devendra Banhart, ¿por qué no sobre Sufjan Stevens? El primero se ahoga en su propia presunción, en un empacho de inspiraciones que acaba tragando incluso sus destellos más lúcidos; el segundo hace música que roza la espiritualidad sin alzar la voz y recubre, tapa incluso, sus puntos de referencia. Va por la docena de discos ya y proyecta dedicar uno a cada uno de los cincuenta estados norteamericanos; lleva dos, Michigan e Illinois, a este paso no saldrá de su casa o de su estudio en varios años.

Illinoise (Rough Trade Records, 2005) es una proeza de engañosa sencillez, una obra conceptual compuesta de canciones encantadoras y breves cortes instrumentales (todos con títulos muy largos, alguno simpático) que componen un fresco musical de ensueño, un mundo de Oz para todos los públicos bañado con una ensortijada banda sonora de finas guitarras y banjos, tímidos teclados, trompetas y violines, percusiones dispares, cálidos coros de ninfas y cientos de sorpresas sonoras ensambladas con la precisión de un relojero. Una obra única, un hito.
Nota: 10/10

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi primera audición de este disco la considero un "delicioso tutti frutti". Como es algo muy genérico, trataré de ser más específico cuando lo haya escuchado varias veces (después de haberlo disfrutado, como bien escribes).

Saludos.