Cuesta quedarse con solo uno de los discos que Thin Lizzy grabaron a mediados de los años setenta. Venga, hoy toca Jailbreak (1976). Buah, es que Lynott era mucho Lynott, y es difícil no guardarle cariño, no añorarlo. Y su banda era un volcán, qué bien lo acompañaba, qué bien protegían las guitarras de Gorham y Robertson el bajo cálido y esponjoso de Phil. Volver a Lizzy, como yo hago ahora después de distraerme con el documental que repasa la figura entrañable de Phil Lynott, Songs for while I'm away, es un sano ejercicio de nostalgia rockera, de revivir esa música que enmascaran decenas de fórmulas válidas pero impuras. Y Jailbreak es un discazo monumental, no solo porque contenga piezas inmortales, sino porque guarde como reliquias menores canciones sublimes como Angel from the coast o Fight or fall.
Las dos veces que estuve en Dublín allí estuve, en la estatua de Phil Lynott en una perpendicular a Grafton Street: yo y mi sucesor, y un bajo, y una guitarra eléctrica.
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