Este álbum tiene mucho de inaudito, algo de milagroso y un halo de ternura cuando se escucha. Es probable que se me olvide destacarlo al final del año, cuando haces un compendio de todo lo escuchado y guardas lo que más placer te ha causado. Pero ahora, con sus virtudes y pese a sus debilidades, me ha lanzado un soplo de agrado que se transforma en paz interior. Demos la bienvenida a Judy Collins.
Secundaria perenne de la canción desde hace seis décadas, intérprete de temas de Joni Mitchell o Leonard Cohen antes de que sus firmantes los hicieran más populares, Judy Collins cantó las canciones de otros a lo largo de casi treinta álbumes. Folk, góspel, pop, rock y standards o piezas de espectáculos musicales adornan su largo y poco conocido repertorio. Y ahora, con 82 años, de su puño y letra salen los primeros temas originales de su carrera, reunidos en Spellbound (Cleopatra, 2022), un disco cuyo latido, debilitado en los meses de confinamiento y protección, anticipa el invierno vital, quizá la despedida a través de los recuerdos de vivencias muy lejanas.
Que no te engañe el perfil estético de Judy en la portada, el maquillaje y la peluquería que esconden el desgaste y las huellas de la edad. Lo que oirás, aunque monótono por momentos, con tendencia a apagarse en el rescate de la añoranza, también proporciona momentos de delicada belleza, relajación celestial para viajar hacia la esencia de uno mismo con el arrullo de la música.
Nota: 7/10