El misterio en torno a Betty Davis alimenta el carácter legendario que adorna las biografías de ciertas figuras de la música popular: estrellas fugaces, autores malditos, one-hit wonders. Ella encajó en este apartado desde el momento en que apareció de la nada y justo a partir del momento en que se esfumó poco después. Acaba de morir a los 77 años.
"Dicen que soy diferente", lleva por título su segundo álbum, de 1974. Nadie mejor que ella para describirse, para dar en el clavo. Un año antes había grabado el primero, al siguiente el tercero y último. Un trío de discos de sudoroso funk, grasienta música urbana con la voz de una artista salvaje que estrujaba el micro y se retorcía como si estrangulara con las piernas a una víctima para echarle luego los dientes a su yugular.
Con 23 años vivió un año como esposa de Miles Davis y tuvo sus líos con Hendrix y el entorno de Santana y Sly & The Family Stone. A finales de los setenta desapareció en la nada, huyó de la música y de sus vicios y placeres. Décadas después fue reivindicada por otras mujeres músicas a través de alguna versión y algún sello menor, como el español Vampi Soul recuperaba su potente música lubricada.
¿Qué fue de ella en todo este tiempo? Ahí queda el misterio de esta mujer única para documentarse.
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