"Los músicos no somos tan importantes. Yo jamás me lo he creído". (Mark Lanegan a El País, diciembre de 2012)
Para mí sí lo fuiste, Lanegan, fuiste importante. En mi libro de música fue todo un placer estudiar las lecciones en las que aparecías, seguir las huellas que dejaba tu vida en el filo y tu carrera movida por el viento que más te inspiraba. Fue un privilegio plantarme ante tu cuerpo agarrado a un micrófono, los ojos bajo candado, la mente en la ausencia, la voz en las entrañas y desde los oscuros rincones del dolor o el lamento... Dos veces en la sala Capitol de Santiago para desnudar Field songs y expandir la valentía de Blues funeral, una vez en Shepherd's Bush, en Londres, junto a las blandas caricias de Isobel Campbell. Te ofrecí mi mano y me entregaste tu firma en una entrada, un cuarto de sonrisa con la mirada en la mesa. Te seguí siempre, con Josh, con Greg, con Duke, con Isobel, con Soulsavers, cuando me conmovía tu elegancia siniestra y cuando no lograba sintonizar con tus pasatiempos electrónicos.
Se va contigo una parte de mí también, aunque hoy, desde hace unas horas cuando la supervivencia llegó a su fin, bailen en mi cabeza para nunca marcharse las notas, los acordes, las melodías, los estribillos, los coros, tu voz innegociable en Troubled times, Witness, Riding the nightingale, Easy action, Hospital roll call, Creeping coastline of lights, Hit the city, Quiver syndrome...
1 comentario:
Tambien en mi libro debo reconocer. Un golpe muy duro de asumir ....
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