Una pareja a
la huida, dos inadaptados, dos incomprendidos, violencia al margen de la ley. Con
estos ingredientes se han armado películas, y algunas series, desde remotos
tiempos (El demonio de las armas, Bonnie & Clyde, Malas tierras, Amor a
quemarropa, Thelma & Louise…). Una variante reciente de este arranque
argumental la ofrece la serie británica del año pasado The end of the f***ing
world, ocho episodios de 20 minutos que parece que esperan ahora (ojalá) una
segunda temporada. Una pequeña joya que retuerce los tópicos y sale airosa del
riesgo de caer al vacío gracias a sus macabros planteamientos, una juguetona puesta
en escena y unas gotas de desconcertante humor negro combinadas con inevitable ternura.
James (Alex
Lawther), un adolescente solitario, siente la necesidad de matar a alguien. En
su mundo cerrado irrumpe Alyssa (Jessica Barden), una chica agria e insolente
de su misma edad, con la coraza dura y el corazón frágil, una víctima propicia
para que el chico dé comienzo a su faceta criminal. Su encuentro, su escapada
de entornos familiares en los que son ignorados, la ingenua atracción que uno
siente por el otro, un sangriento asuntillo que los sitúa al margen de la ley y
la peculiar indagación policial en su búsqueda van dando forma a una serie deliciosa.