Hace
seis años el personaje interpretado por Charlize Theron en la
película Young adult inspiró un post de este blog sobre la madurez.
Hoy la actriz y la guionista y el director de aquel film (Diablo Cody
y Jason Reitman) dan forma a otro post a propósito de otro
largometraje igualmente singular y revelador, con más carne y juicio
que el que promete su idea argumental: Tully. El motivo, la
maternidad. Marlo
(de nuevo en los rasgos y emociones de una admirable Charlize) acaba
de dar a luz a su tercer hijo y, agotada por las obligaciones
familiares y las prisas de las rutinas diarias, recurre a una niñera
nocturna, Tully (una vitalista Mackenzie Davis), para
que alivie las cargas de sus atenciones y pueda descansar.
El
truco en el que se ampara el film, sutil e inteligente y
a la vez conmovedor,
va más allá de la pirueta narrativa: sirve para ahondar en los
tragos por los que pasan nuestras madres, en
los cansancios que minan su paciencia y en la dedicación que en el
hogar hay que rendir a los hijos, madres y padres, los dos unidos.
Tully crece pensando en ella, pensando en quiénes fuimos y en
quiénes nos hemos convertido. Dan ganas de abrazar y no soltar esta
maravillosa película.
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