En
la adolescencia creemos muchas veces que a nuestro alrededor todo es
una mierda: los padres que no nos comprenden, la familia con la que
hemos perdido la sintonía, el instituto que no nos educa como
creemos que debería, las chicas o chicos que nos gustan pero que nos
ignoran, una sociedad hostil que nos hace perder el tiempo. Y lo
decimos en voz alta: “Todo es una mierda”, casi siempre
conformándonos con lo que hay. Una joya de serie servida por
Netflix, Everything sucks! (Todo es una mierda), retrata de manera
inteligente y entrañable, en un ejercicio de nostalgia que nos
devuelve a mitad de los años noventa (cuando Star Wars reanudaba su
saga por el primer capítulo y las páginas de internet tardaban un
siglo en cargarse), un rincón de ese mundo angustiado e inocente de
la adolescencia en un aburrido pueblo de Oregón, Boring
precisamente.
Luke
es un encantador niño aficionado al cine, abandonado por un padre
del que guarda consejos vitales grabados en cintas de vídeo que vive
con su madre, Sherry, una azafata de vuelo que casi siempre está
volando. Kate, cámara en el canal de televisión del instituto, es
la chica de la que Luke quiere ser novio, vive en un mar de dudas
respecto a su sexualidad y su padre, el director del centro, un torpe
y bonachón viudo, no le es de mucha ayuda. Tyler y McQuaid son los
amigos de Luke, un payasete sin muchas luces y un rarito estirado,
los chicos a los que nadie se quiere acercar. Oliver y Emaline son
una pareja de aspirantes a actores que convierten su rutina en
dramáticas interpretaciones teatrales, engreído y fanfarrón él,
provocadora pero en verdad frágil ella.
No
os cuento más que esta descripción. Bajo esta capa hay mucho más
que apariencias. Everything sucks! no ha tenido suerte, es decir, audiencia, y Netflix la ha cancelado tras la primera temporada. Pero dejaos convencer por el recuerdo de lo que fuisteis (como muchos hicimos hace décadas con otra serie, The Wonder Years),
porque Todo es una mierda revive a los adolescentes que todos fuimos y a los que hoy son, con la amistad por encima del amor, hombros dispuestos en
los que apoyarnos cuando nos sentimos a la deriva, un enfoque honesto, varias risas,
algún que otro nudo en la garganta, unos actores fantásticos y unas
cuantas buenas canciones (Oasis, Tori Amos) dignas de ser banda
sonora de nuestras vidas.