Tomo
prestada esta frase de la reseña de su último disco en Allmusic,
firmada por Thom Jurek: “Revisita sus raíces sin nostalgia ni
manifiesta reverencia. Para él (Van Morrison), estas canciones son
tan vitales e importantes como sus propias canciones”.
Es lo que siento yo también, esto que él transmite, al escuchar el blues penetrante que recorre y empapa casi todo el álbum Roll with the punches (2017). Otro más, otro disco de Van Morrison, así de sopetón, el número treinta y tantos de su infatigable carrera. Diez versiones de temas blues muy de Chicago (Doc Pomus, Count Basie, Mose Allison) y otros cinco nuevos recién compuestos. Música vibrante con la esencia espontánea de una actuación en directo encerrada en el recogimiento de un estudio. Con Van the Man y unos cuantos amigos a los que deja compartir canciones. Otra bienvenida.
En
toda su obra el blues tiene un peso bastante dominante, aunque
convivan en un mismo álbum aromas
folk, brisas jazz, rugidos soul y silbidos
célticos. Desde TB
sheets hasta Down the road, de Too long in exile a What’s wrong
with this picture?, unas veces fiero hasta las entrañas de la
canción y otras sutil sobre su piel. Su ADN
blues no se manifiesta
con tanta simpleza como
conectar el piloto automático para cabalgar sobre los ritmos, las
estructuras y los
mensajes que brotan del
blues; creo que el
blues, deslizante como un hilo, convierte la obra de Van
Morrison en un valioso
legado donde todos los
géneros se agitan y se
entienden para crear
una obra, en su
conjunto, magistral.
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