Me
pregunto si estos tíos viven en una
comuna
en medio de la naturaleza dedicados todo el día a grabar canciones y
guardar improvisaciones, a ensayar y dejarse llevar por el
influjo de la música en plena libertad, lejos de los ruidos del
mundo urbanizado;
quizá se
dedican también a cultivar
huertos o adecentar los caminos que conducen a sus cabañas, por
ejemplo, para llenar el tiempo libre que
otorga la paz
espiritual. La hermandad de Chris Robinson sigue
produciendo a ritmo de dos o tres obras por año. Me confundo ya, no
sé qué es oficial, qué es estudio y qué directo, qué es trabajo
individual o qué forma parte de una serie de volúmenes. Barefoot in
the head (Silver Arrow, 2017) se vende desde hoy, y como toda la obra
anterior de Chris Robinson y su cuadrilla desde 2002 contiene piezas
muy subrayables. Diría uno que el grupo compone y crea por inercia,
pero el caso es que su música suena de lo más seria y trabajada,
abierta a que el rock, el blues, el folk, el country, la psicodelia o
el boogie fluya por su organismo. Sí, buenas canciones, como en sus
discos anteriores, pero demasiado compacta, sin que uno o más temas
por separado alcancen la condición de memorables.
Nota: 7/10
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