Todos
los días alguien llega a los 40, a los 40 años. Felicidades. Ya has
llegado algo lejos, desde luego. Has vivido lo suficiente y de tal
manera que sabes si lo que has obtenido hasta ahora te lo has
merecido, si el destino ha sido generoso o cabrón contigo, si te ha
repartido alegrías y desventuras por igual. Miras atrás y todavía
te ves un crío, un mozuelo que aún despierta a la vida; miras
adelante y empiezas a trazar en un papel las líneas que construirán
el refugio de tu retiro. Ni joven ni mayor, aunque prefieres que
alguien en la cola del autobús o de la tienda te vea como un chico y te
hundes si un mocoso que no sabe cómo utilizar un bolígrafo te llame
señor. Ya casi nada es como antes. Lo que venga no tienes ni idea de
cómo será. Deja que venga.
Lo dicho, felicidades. Y no dejes de
poner la música bien alta, dentro o fuera de ti.
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