Volvemos a los días de los casetes,
qué tiempos ingenuos y perdidos. Alguna de aquellas cintas grabadas que guardábamos
en el coche contenía esta canción, todavía sensual y atrayente treinta años
después. Vaya, Kim Carnes. Qué poco sabemos de ella más allá de sus ojos de
Bette Davis, un tema que ni siquiera lleva su firma por cierto, pero que se
apropió en el 81 cuando con él comenzaba su álbum Mistaken identity. Fue un
bombazo, la canción de aquel año. La bañaron de grammys. La chica, natural de Los
Angeles, llevaba entonces cinco discos a sus espaldas y después aún grabaría
otros tantos, alejada del pop y seducida por el country. Canta con la garganta
raspada cual clon de Rod Stewart, disuade con su mirada, impone con su figura. Un
temazo de los años ochenta.
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