Esta fue nuestra
manera de celebrarlo.
Con un atardecer
que nos enmudece a orillas del Cantábrico (la imagen no hace justicia al
momento real). Un paseo perfecto por las calles ondulantes de Comillas. El mar
cálido y la arena infinita. La lluvia incesante sobre el rumor del puerto. Las vistas
a los pies del palacio. Un sendero hacia la cascada donde el agua nos roba las
palabras. La naturaleza a nuestro alcance y la pureza de los animales salvajes.
Las casas escondidas que la costa asturiana le robó a las islas griegas. La carretera
abierta. Un poco de música para sentirse vivos. La noche sobre el silencio del
embalse. Los saltos en la piscina. Los amigos que tienes, los amores que
encuentras. La alegría en tu cara por una fiesta sorpresa aunque vomites a las
once y cuarto. Estás en la mejor edad. Un placer ser testigo de ello.
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