De excursión por los blogs se tropieza uno con tesoros musicales
olvidados, rarezas que la escasa difusión, la carga del tiempo y el paso veloz
de las tendencias esconden lejos de nuestro alcance. Otro ejemplo es este disco
hermoso que ilustra el rostro recio bajo la sombra de una visera de este hombre
que camina a solas por una calle, guitarra acústica al hombro, al calor de un día
soleado. Lou Bond solo grabó este álbum en su carrera. Fue en 1974, aunque su
contenido se reeditó hace tres años. No le acompañó la suerte mientras compuso
y cantó para Chess y Stax años antes, un par de singles suyos nada más fueron
prácticamente ignorados. Bajo el sello de una filial de Stax encontró el
impulso para firmar Lou Bond con siete temas propios y ajenos.
Su historia remite en parte a la de Rodriguez (sobre el que
ahora leo algunas críticas de quienes censuran los hallazgos del pasado elogiados
en el presente). En su único disco Bond suena elegante y cristalino. Es fácil
acordarse de Richie Havens o Terry Callier, de un folk-soul suave y atmosférico.
Su voz, bien acompañada por evocadores arreglos de cuerda, se estremece con tal
finura y sensibilidad en algún momento que consigue sobrecogernos.
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