lunes, marzo 18, 2013

VOLUME TWO 61: LEONARD COHEN


Cada año leo la biografía de algún músico, no necesariamente la de uno de mis favoritos. Me gusta conocer sus métodos creativos, el entorno en que compuso sus canciones o el efecto que produjeron sus álbumes. Y sus frivolidades y escándalos, la historia rosa, si la tiene. Me gusta escuchar al mismo tiempo sus discos, seguir y comprender la evolución de su obra. Este año el elegido ha sido Leonard Cohen, después de recibir como regalo las 700 páginas de I’m your man, escrito por Sylvie Simmons. Antes y después de su lectura llego a la misma conclusión: Cohen es uno de los músicos más sobrevalorados que hay.

Sus canciones son casi siempre mejores cuando las interpretan otros autores. Porque la suya es una voz cansina y distante, de una languidez exasperante al comienzo de su carrera y de una gravedad fatigosa al final. Salvaría solo tres de sus doce discos (directos y colecciones al margen): Various positions (1985), The future (1992) y Old ideas (2012). Y alguna canción aislada. No sintonizo con la fría imagen de autor respetable que desprende ni con la profundidad reflexiva de su poesía.

Poeta y novelista antes que músico tardío, entró en los estudios a las órdenes del productor Bob Johnston. Sus primeras obras, casi desnudas de instrumentos, me resultan soporíferas a pesar de su par de buenas canciones. El álbum que le produjo Phil Spector, Death of a ladies’ man (1979), es vergonzoso. Hasta mediados de los ochenta es “deprimente y deprimido” (cito a Rolling Stone), después parece abrazar el optimismo al experimentar con teclados y sintetizadores y darle más claridad a sus coros femeninos. El éxito que le acompañó (también tardío y mucho mayor en Europa que en USA) se transformó en reverencia.

Muchas mujeres pasaron por sus brazos, ninguna lo bastante para durar eternamente. Se entregó a la meditación zen y se aisló del mundo cuando quiso, en un monasterio de una montaña, en la reclusión de una cabaña. Una de sus agentes saqueó sus cuentas y lo dejó sin blanca. Volvió a la carretera para tener con qué vivir y recuperar la dignidad, ya con setenta y tantos años. Entonces se hicieron incontables los homenajes, medallas, espectáculos y producciones musicales, libros, premios, espacios de honor en pasillos de fama… Yo, después de la lectura agradable de una biografía bien escrita en la que acabo por cogerle cariño al personaje, paso pronto la página y me propongo no volver a escuchar a Cohen en mucho tiempo.

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