Con sus brazos musculosos y el aspecto de un elegante patriarca de la Mafia devoto de la cruz que luce tatuada en una mejilla, Aaron Neville se enternece al cantar. De su voz brota una caricia espiritual de confort gospel que no se castiga en absoluto con el paso de los años. El primer disco con fecha de este año que se somete a mi examen es otro ejercicio de nostalgia como el que practican, y bien, Eli ‘Paperboy’ Reed o Nick Waterhouse y al que acudieron hace poco, y no tan bien, Paul McCartney o Jeff Lynne. El hermano Aaron escoge canciones que escuchaba cuando era niño, algún standard pasteloso, algún clásico blues, otro incunable del jazz, y los reúne en My true story (Blue Note, 2013). Hay primera categoría detrás (Don Was, Glyn Johns, Keith Richards, Greg Leisz, Benmont Tench), pero el conjunto es tan previsible y está tan limpiamente grabado, casi tan fiel o sus modelos, que se muestra frío y distante. Insípido.
Nota:
6/10
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