Para mí
Norah Jones siempre perteneció a la primera división. Comenzó fascinándome cuando,
con 23 años, amasó premios por su álbum de debut, el precioso Come away with me
(2002) al amparo del sello Blue Note. Con semejante cosecha de reconocimientos,
por su juventud, su fino pulso sentada ante el piano y bendecida por alabanzas
por doquier (y una belleza demasiado virginal), no fue extraño que al mismo
tiempo despertase recelo un bautismo tan prometedor y cierto rechazo en las
afiladas plumas de la prensa musical. Con el correr de los años fue puliendo su
vertiente compositora y orientando su música a terrenos más maduros y personales.
Son buenos discos los que sucedieron al primero, sobre todo el que se desmarcó
del inocente camino que estaba siguiendo su música, The fall, grabado en 2009.
Ahora, con su nuevo trabajo, Little broken hearts (Blue Note/Parlophone, 2012),
no solo Miss Jones firma su mejor colección de canciones, se consagra también
en la elite de esa primera categoría de artistas norteamericanas.
Little
broken hearts, para el que Norah ha contado con el respaldo de Danger Mouse
(Beck, The Black Keys) en la producción, es una encantador maravilla. Cada tema
presenta una consistencia asombrosa, podría pertenecer por separado a discos
diferentes, pero juntados todos bajo el mismo techo componen un dossier
compacto, inquebrantable. Preciso en sus arreglos, hechizante y atmosférico, de
una aparente sencillez aunque plagado de complejos detalles en sus texturas, este
disco es adorable. Al principio lo escuchas y sabes que estás paladeando algo
bueno, muy bueno, sabroso de verdad; después te lo metes dentro una y otra vez
y caes postrado a los pies de un trabajo grande, inmenso, y cuantos más calificativos
definan la virtud de una obra maestra sobrecogedoramente hermosa.
Nota: 10/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario