Fue diferente a un concierto, mejor todavía. Media hora de ensueño. Éramos unos 80, en pie o sentados en el suelo, protegidos por estanterías de libros viejos sin apenas poder movernos. Olía a páginas y a tinta. En la planta baja de Shakespeare & Company, el Jardín del Edén de las librerías, a orillas del Sena, frente a Notre Dame, pero escondidos del resto de los humanos, reposando entre letras y palabras. Allí acarició Lisa Hannigan su guitarra, su mandolina, su ukelele. Seis canciones y Blue moon de propina. Un momento encantador. Verla cantar, hablar, reír, interpretar, me puso la piel de gallina. Sus dos discos son maravillosos, más ahora. La presentaron como una heredera de Joni Mitchell y Nina Simone… yo me atrevo a imaginarme de ella una unión entre el Rod Stewart más sentimental y una Joanna Newsom crecida. Si existe la magia, creo en ella.
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