En su día le di la espalda a este disco, ahora no pienso lo mismo. Entonces me dejé arrastrar por su sugerente portada, su invitación noctámbula, y salí defraudado con la escucha, sin encontrarle estímulos a una música que me pareció insípida. Los 3,50 euros que costaba en una tienda de ocasión en Saint Germain des Prés me animaron a darle otra oportunidad a Cousteau (2000), el álbum homónimo del grupo londinense. Aunque imperfecto y con la voz principal de Liam McKahey que por momentos me sigue atragantando (por su grave entonación y su inestable interpretación), Cousteau guarda una consistencia que hace años no supe apreciar, evocaciones sinuosas, elegancia rítmica y un par de hermosas partituras (The last good day of the year, Wish you were her). Ideal para la noche también, después del trabajo zampando hamburguesas junto al mar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario