No solo el cielo es gris, sino lo que descansa bajo su mirada. Lo es cuando llueve y cuando no, a cada paso, en invierno y en verano, cuando la compañía es próxima o cuando no hay compañía. Este país es gris a cualquier hora y cuando el sol asoma por entre las nubes un par de minutos parece que va a obrar un milagro. Las flores son grises, el mar, los árboles, las gentes, hasta la belleza, irresistible y pasajera, es fría y gris. Lo malo es que el gris se contagia, y quizá todo y todos nos estamos volviendo demasiado grises.
lunes, febrero 21, 2011
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