Su biografía no es nada del otro mundo. El grupo se creó en 1997 en Bellingham, al norte de Seattle y al borde de la frontera con Canadá. Han tenido unos cuantos baterías y publicado ocho discos, el más exitoso en 2003, Transatlanticism, cuyo tema titular sonaba en boca de Claire Fisher y sus amigas revoltosas en la cuarta temporada de A dos metros bajo tierra. Los siguientes, Plans (2005) y Narrow stairs (2008), se me pegaron unos días seguidos a mis oídos. Con ellos me bastan por ahora. Disfruto de Death Cab for Cutie.
jueves, noviembre 26, 2009
VOLUME TWO 47: DEATH CAB FOR CUTIE
Vamos a detenernos un momento en un grupo indie… o lo que sea. El apellido le pega, o eso me parece, si es que los músicos necesitan uno para identificarse, a veces hasta para prejuzgarlos con demasiada anticipación. Pero dejemos las divagaciones. Death Cab for Cutie me gustan. Y ¿saben por qué? Principalmente porque al escucharlos puedo caer en el desánimo o levantarme hasta la exaltación. Depende del momento. Los coja como los coja mueven mis emociones de un estado al opuesto, pueden deprimirme o entusiasmarme, invitarme a lanzarme al mar en un día de invierno o a encerrarme en casa en pleno verano. Lo consigue su música fina y estudiada, un pop ‘rockerizado’ que se halla cómodo en el entramado de ruidos reflexivos y teclados sugerentes, con la voz neutra pero inquietante de Ben Gibbard y su tendencia modesta y versátil hacia la grandilocuencia.
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