Nunca tuviste un hijo y en él te ves recordado, un mocoso alocado que no sabe escuchar más allá de sus impulsos. Te va a desesperar, te va a nublar, te va a hacer confundir los aromas del dinero. Nunca estará a tu altura, eso seguro, deja que corra por la jungla hasta que, como tú hace tiempo, sea devorado. No tendrás más de que preocuparte. Porque has vuelto.
Paul. El más grande. El más guapo. Cómo miras a lo lejos, cómo te ocultas la cara con las manos y la mirada con los cristales ahumados, cómo le pasas las caricias a la chica por su cadera apretada, cómo lamentas un golpe fallado, cómo te enfadas, cómo caminas… Como nadie en este mundo ni en el de las pantallas. El color del dinero (Martin Scorsese, 1986), una gran película.
1 comentario:
Noooooooooooooo .... eso no es un hijo .... es una puñetera rata histérica sonriente ........
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